¡Mierda, mierda, mierda, no otra vez! exclamó en rabioso silencio mientras el croupier vocifereaba la sentencia.
-“Negro el
Ni siquiera tenía suficientes fichas para arriesgarse al double up, la salvadora instancia limítrofe del doble o nada.
Mascullaba su mala suerte cuando en eso siente una frase que ardió tanto como perder el grueso monto en la apuesta anterior.
- No te lo tomes tan en serio. Tu error está en poner todas las fichas en el mismo número.
Definitivamente ese zumbido sacó de su centro a Elías. Sonrojado de ira quiso devolver la interpelación. Giró y tuvo un segundo para no disimular su asombro.
- ¿Y usted quien es? preguntó en tono grave y seco mientras su interlocutora, una mujer morena, joven a ojo de buen detallista aunque su cara demostraba lo contrario, pelo en frizz, voz ronca, tatuaje en el brazo y apariencia de fémina “carreteada” sólo atinó a esbozar una sonrisa compasiva.
- No te preocupes, en lo que a ti respecta soy nadie, contestó. Sólo busco hacer la buena obra del día y por qué no, enseñarte a jugar el juego, eso si es que quieres, claro…
Elías se sintió amenazado y sobrepasado con la situación. Pero intentó controlarse y seguir la corriente.
- Yaaaa, y dejando de lado que nadie le pidió su opinión, según usted, cómo se debe afrontar el juego.
- Muy simple, darling. Con menos pasión, porque sólo es un juego. Nunca apuestes todo a un solo número.
El prejuicio rápidamente se apoderó del escáner que Elías hizo del minuto. Esta es la clásica mina que cree que se las sabe por libro pensó aunque sólo atinaba a replicarle un desagradable y usted cómo vive sin ponerle pasión a nada, porque me imagino que esa es su receta, señora… cómo dijo que se llamaba mientras le ofrecía la mano y se presentaba.
- El gusto es mio Elías, dijo la mujer.
- Soy Mariana. Perdona lo intespectivo de mi sugerencia. Es que yo creo que hay que poner pasión sólo en lo que vale la pena en la vida. Esto es un juego, Elías, sólo un juego.
No estoy de acuerdo contigo defendió el muchacho. Creo que acá uno tienta la suerte, aprende a controlar su instinto, inclina la balanza a su favor, señora.
Mariana lanzó una leve carcajada.
- Mmmm, eso pasa, querido. En este ambiente si miras a tu alrededor, todo está hecho para hacerte creer que puedes cambiar tu vida en un minuto y no es así. Mira el entorno. Los que ves felices o relajados no perdieron ni ganaron mucho. Los ansiosos son presa fácil… Acá ganan sólo los que saben jugar... Piénsalo, adiós remató la charla mientras se alejaba a la mesa de los dados concluyendo su corta lección.
Ya sin dinero en los bolsillos, Elías decidió marcharse hasta otra vez del lujoso local.
Mientras iba camino a casa elucubró una serie de dictámenes sobre la mujer que lo había interceptado y hasta armó un perfil malicioso de la misma.
- De seguro esta h… debe ser una amargada que nunca puso todas las ganas en algo, que anda al tres y al cuatro por la vida, que tiene tan poco qué hacer que va regalando lecciones de cómo ser un modelo de patética loser mientras mendiga sexo y atención… pensó burlándose flagrantemente de la supuesta negra suerte de aquella dama en cuestión.
Sin fallar en su rutina, llegó al casino al otro día y se dirigió hacia donde giraba la ruleta.
Como siempre, puso todas las esperanzas en el 25 rojo, frotó las manos y esperó que se lanzara la bola a girar.
Pero algo pasó…
Bastó que el croupier corease un "últimas apuestas" para que, de sopetón, sacara todas sus fichas de la mesa.
Esperó el siguiente juego y en un acto impensado, más bien reflejo, empezó a repartir todas sus chances por diferentes números.
Y tal cual prosiguió tentando a la diosa fortuna, cosechando muy poco, casi como para pensar que esa fue otra velada perdida. Aún así pudo cobrar dinero, no lo contó sino que sólo decidió largarse de allí.
Apenas regresó a su casa metió las manos a su cartera y luego de repasar una y diez veces se dio cuenta que ese montón de billetes era poco más de lo que cargaba al salir hacia el casino.
Increíble pero cierto. Por un segundo dejó de sentir pena por la mujer de la noche anterior y bebiendo un vaso de whisky pasó por frente al espejo, se miró en él y se regaló una sonrisa cómplice.
Parece que por fin estoy aprendiendo a jugar se dijo mientras aparentaba un brindis por la lección aprendida, esa que adoptó sin dejar de hacerse caso a sí mismo…