viernes, 10 de mayo de 2013

El juego...




Salió de su departamento algo desordenado y con ese clásico olor a soltería…
En eso, suena el teléfono y de inmediato corre a contestar  con ese dejo de angustia que tanto lo dominaba. Ella con su tono soberbio de siempre esbozó un “no nos podemos ver hoy, tengo que preocuparme de blablablabla y bla”. La misma excusa de tanto tiempo.
Y él, en su cobardía abominable respondió con las mentiras que conocía de libreto. “Está todo bien, nos vemos cuando podamos”. Era el minuto de sufrir, de recurrir a lo que ella denominaba el “no darle manija al minuto esquizofrénico de inventarse cosas en la cabeza".
Cómo obedecer esa inercia. No podía. Y su obsesión enferma lo llevó a deambular hasta llegar a la misma esquina de siempre. Allí, en medio de su ángel bueno que le pedía serenidad y su alter ego que exigía certezas se quedó sin saber qué hacer.
Un auto pasó y notó su presencia mientras él atendía sus redes sociales, cuál excusa de pasar inadvertido. Y aquél conductor sospechoso siguió hasta pararse enfrente de esa casa que tantos recuerdos anidaba en su vereda. Y sin más, abrió la puerta del copiloto para que ella, con paso apurado y ansioso se subiera para partir quién sabe adónde.
Y esa lucha interna tuvo como ganador al lado más detestable. Prendió un cigarrillo, mordió la rabia y sin darse cuenta siguió agotando esa cajetilla venenosa que se agotaba a la par con sus pensamientos confusos y casi enfermos… Se fue, pero su cabeza quedó allí. Y probablemente, tendría que pasar mucho tiempo para volver a encontrarse con su debilitado equilibrio…