jueves, 22 de enero de 2009

ELEMENTO FICCIÓN: CRÓNICAS MACHISTAS 5 - "LAS CHILENAS NO SABEN TIRAR"


Léalo sin prejuicio, en el caso que sea mujer...

Porque lo más fácil –y lo “más de mina”- sería patalear y replicar. Y si no se ha dado cuenta aún, ésta sección sólo aplica testosterona y refleja el lado alfa a los temas que todos hablan. O quisieran hablar…


Juan: Estaríamos “listaylor” con las amiguitas para el candombe del viudo veraniego, papá!!!

Diego: Yaaaa. Y así como quién confirmó el patán este que va a invitar…

Juan: La argentina rica esa de su cumpleaños, ¿te acordai? Aunque también va la morena que trabaja ahí en la empresa. La de chochitos…

Diego: Chochitos dónde…

Juan: No seai rasca poh. ¿Cachaste el forro de esa hembra? Debe ser una diosa en el ring de cuatro perillas…

Diego: Jajaja, mejor pa’ mi. La argentina queda libre… Las chilenas, por más ricas que sean son más fomes pa’ tirar.

Juan: Ahhh si, vierai tú. Es cosa que te pilles con una que sepa hacerla…

Diego: Eso es lo que siempre te van a decir ellas. Si te convencen ya es porque eres gil…

Juan: Qué te pasa, a quién le dices gil…

Pedro (llegando a la cita de comensales): A ver, a ver, qué pasó. Por qué es la peleita hoy…

Juan: Naaahhh, la joyita esta dice que las mujeres en Chile no saben tirar.

Diego: En rigor no, sólo digo que son fomes en la cama y que siempre habrá una que te venda la pomada, que diga que es buena, blablabla.

Juan: Preguntémosle a este loco poh, si es casado y pa’ qué estamos con cosas, tiene más millas que nosotros.

Pedro: ¿En verdad quieren mi versión?

Diego: Dale…

Pedro: Es en base a lo que yo he visto y probado, no sé si es definitivo pero si les sirve… Tú estás en lo cierto, sobretodo en la parte que siempre hay una que, escuchando discusiones como ésta sale como queriendo defender el honor nacional, lo que hay que puro aprovechar, jeje.

Juan: Yiia pero en concreto. ¿”Tiran mal” según tú? Es que no he estado con una afuerina como para decir dónde está la diferencia…

Pedro: A ver, mis pichones de sabaneo corto. Anoten. Son más vergonzosas las chilenitas pero si frotas bien la lámpara puede que salga una genio en potencia, ¿entendieron?

Diego: Déjate de hacer clases, eso lo sabe todo el mundo.

Pedro: Pero no todos saben hacerlo…

Juan: Pero te desviaste. ¿Son malas? Yo encuentro que salvan…

Pedro: Claro que salvan. Si no, no estaría casado. Digo que les cuesta soltarse, que se van con cuidado, debe ser porque nacieron en un país donde la amiga del catre es apuntada con el dedo.

Juan: En comparación con…

Pedro: Argentinas, brasileñas, colombianas y cubanas. Puedo hablar por esas. Pero sé de las españolas y las italianas por amigos.

Diego: ¿Ves?

Juan: No estoy de acuerdo.

Pedro: Pero hombre. La chilena es rica, si su lío está en la cabeza, es más dócil y entregada a su macho, como que él es quien tiene que hacer la pega, el que tiene que saciar siempre es el hombre...

Juan: Adónde la viste, tai reperdido, ahora las minas son directas…

Pedro: No me entendiste el punto. ¿Acechan? sí. ¿Toman la iniciativa? sí. ¿Son amorosas, se cuidan, son responsables, comprensivas, buscan placer? También.

Juan: Cómo… ¿Y entonces, te contradices sólo?

Pedro: Para nada, incluso es algo que hablábamos una vez en reunión de casados. En el acto mismo son algo “dependientes”. Esperan que uno sea el que las acomode, las gire, las domine, las acabe… Cómo que las menos acomplejadas te aganchan más pero siguen siendo manejables. Algo así como diciendo “acá estoy poh, a ver qué me entregas”.

Diego: Jajajajaja!

Juan: ¡No te creo! Debe ser porque tú no te metes con minas más pendejas. Vienen con otro switch.

Diego: No creo esa teoría. Nacieron en el mismo país…

Pedro: Eso es otro tema. Por ahora perdiste dos a uno así que la próxima corrida de chelas las invitas tú…

Juan: Será… Oye, a todo esto, la argentina va a tu personal party, ¿cierto?

Diego: Jajajaja! Este se dio vuelta la chaqueta más rápido que los demócratas cristianos…

Pedro: No niño, juegue con el producto nacional no más. El dueño de la aduana seré yo en esa magna ocasión…

domingo, 4 de enero de 2009

ELEMENTO FICCIÓN: NERD VERSUS NERD...

Se miraron y una sonrisa cómplice les regaló un pálpito distinto, maravilloso, uno que no conocían o al menos ya no recordaban.
Esos fortuitos alcances de amistad los habían puesto hace poco en una misma reunión social. Y aunque cada uno tenía más ganas de escapar que de lanzarse a las fauces del
socialité, de todos modos notaron la presencia del otro. La calle y la cotidianeidad de una tarde los volvió a poner frente a frente. Por alguna razón, ambos se olvidaron del freno de mano…

Un refresco en tarde de verano viene bien si de excusa se trata. Cualquiera que los viera allí de seguro pensaba que enfrente tenía dos nerds cultores de lo rebuscado, enemigos de lo masivo y esclavos de un mundo finalmente desechable. Por apariencia puede que sí. Lentes con marco oscuro, ropa demasiado casual para un entorno ultra fashion que mira de reojo el jeans clásico, la polera con estampa adolescente, las zapatillas quitando sobriedad y la novela bajo el brazo. Ella se reconocía algo nerd, él amaba a las chicas que cuajaran en ese molde. Dos seres simples con todo el prejuicio a cuestas.

Nada les importó menos. Tenían tanto tema en común que les sorprendía cuántas veces estuvieron en el mismo lugar, a la misma hora, disfrutando del mismo entorno y espantando la misma soledad sin darse cuenta que el otro esperaba allí mismo, tan cerca. Por un minuto, las mismas dudas que el mundo insano disfrazado de virtuoso te enseña a plantear los acongojaron. Hubo espacio para repasarlas, eso mientras cada uno pedía minuto para responder una respectiva llamada al celular. ¿Será este tipo el que anduve buscando? ¿No se comportará así con todas y luego te anota como una más en la agenda? se preguntaba ella mientras le daba una bofetada parcial al miedo y dejaba fluir el momento. Él, por su parte demostraba con torpes intentos que la situación lo sobrepasaba, lo que en vez de complicar a su compañera de escena, la aseguraba al punto de tener a la naturalidad como aval de confianza.

Pasaba esa tarde y los puntos en común brotaban como el entorno florido del parque lo hizo meses atrás. Él, acostumbrado a trabajar muy sólo y siempre estaba enseñando a sus pares nuevos. Ella, profesora de oficio, se las arreglaba para dejar ese "detalle pedagógico" de amaestrar a varios y así centrarse en los que más necesitaban soporte. Hasta en eso eran gemelos de alma y acción…

Ya no importaba el calor sofocante de hace horas, ni el marco desesperado del mundo loco corriendo para alcanzar un cupo en el viaje de regreso a casa. Se daban cuenta que eran dos ilusos creyendo alucinar en su propia ciudad invisible. Por qué no inventar entonces una fantasía pasajera si todo el tiempo se trató de dejar de creer. Hace rato habían parado de imaginar los cuentos de hadas y sin embargo aún soñaban lo imposible en su inviolable universo personal.

Él ya sabía que la mujer perfecta era invento de Hollywood. Ella tenía claro que el Príncipe Azul se había quedado en los relatos de infancia. Y aún así seguían privilegiando el beso que duraba una eternidad al casual revolcón sin lunes, escogiendo caminar por un parque cuando los demás llenaban packs turísticos o mataban por las horas disponibles en el gimnasio. Valoraban más un poema que un cahuín de farándula, alegraban su mundo con una canción evocadora más que con jornadas de fiebre social desbocada, miraban al ser por su esencia olvidando lo que representaba la imagen. Eran complemento sin buscarlo, ni parecerlo.

Y se fueron luego a caminar por un sendero urbano mirando el rio, con un roble gigante de fondo que vio pasar miles de caras sin motivación aparente. Ellos parecían detener el entorno a su paso. Porque si bien las agujas no se detuvieron, el reloj estaba demás. Nunca el tiempo, ni siquiera el que consideraban perdido en días y años anteriores importó menos.

No había futuro, no había expectativa. Sólo un encuentro casual y una sensación nueva. Una para volver a creer. Eso que parece tan simple a ratos, tan difícil de hallar por momentos bastó ese día de crepúsculo para hacerlos sonreír…