martes, 30 de noviembre de 2010

Piloto automático


Rutina. Revisar la lista de llamados por si algo quedaba en el tintero. Nada nuevo, salvo un nombre que seguía dando vueltas en mi cabeza. Por acto reflejo lo marqué:

- Hola, cómo estás.


- Esta sí que es sorpresa. Pensé que me odiabas, que te habías olvidado de mi...


- No te creo, probablemente es sólo lo que quieres o te conviene que pase. Pero, cómo estás.


- Bien, ya sabes. Soy una mujer ocupada y dedicada a su mundillo personal. ¿Y tú? ¿Y esa ciudad impersonal? ¿Por qué esta sorpresa?


- Es que ayer me acordé de ti. Y supongo que el inconsciente me impulsó a llamar.


- ¿Te acordaste? ¡Viste libros! Ahh, ya sé, viste una obra...


- No, pero cada vez que veo libros pienso en lo que nos separa. Y cada vez que encuentro el letrero de una obra pienso que ahí puede estar el maldito
artistilla afortunado que te va a cautivar y se quedará contigo. Aunque en verdad, prefiero eso a un médico o ingeniero de polera polo o peor aún, al vejestorio ludópata que aún no se da por vencido...

- Jajaja, que eres loquillo. No pierdes esa capacidad de hacerme reír. A veces te leo. Pero de verdad, cuando escribes cosas así intensas como las que dices pienso si de verdad fue para tanto.


- ¿Ves? Nunca pusiste real atención... Pero en fin. No esperaba más de ti. Si te preocupa mi salud mental, lo de mis mensajillos evidentes no los tomes en cuenta. Todo está escrito y programado desde que nos dejamos de ver. Hoy funciono como un bot. Con un piloto automático. Así me olvido, así evado unos meses...


- Pucha. Oye, ¿sigues con esa niña, la de los lunares en el hombro y todo eso? Quizás te quedes ahí... Yo te dije que la piel lo es todo.


- Lo de la piel, yo lo veo como concepto más amplio de química, como una conexión y ya sabes cuál es mi episodio favorito. Y sí, estoy con ella aún. Pero no me pienso quedar. Perdí el sentido del romanticismo después de ti. Ya no creo ni en piel, corazón o miradas... Ahora bloqueo a la inversa y copio tu teorema de la cacería. Le doy otra interpretación, eso sí. Menos fría. Pienso que todos necesitamos un abrazo y tenemos miedo de no encontrarlo. Por eso estoy acá. Aunque ya sé que ella no es.


- ¿Y cómo sabes que no es la mujer de tus sueños?


- Porque estoy hablando con la mujer de mis sueños ahora por el teléfono...


- Loco. Oye, no me has dicho por qué te acordaste de mi.


- Simple. Ayer fui a hacer un trabajo y en la casa había una gata gigante. Se acercó y hasta le acaricié el lomo. Estaba feliz. Cuando me iba lanzó un maullido extraño. Como sabiendo que no me vería nunca más...


- Hey. Ese fue un golpe bajo...


- Perdón. Entonces me voy. Supongo que es nuestra historia. Tanto estar a la defensiva nos hace buscar excusas convenientes. Mi almohada me lo dijó.

- Cuídate, sí. Y trata de ser feliz...


- En eso estoy. Intentándolo...

Siento que no fueron más de cinco minutos entre que colgué y el mismo teléfono hizo sonar la alarma. Me encontró tirado en la cama, vestido y agobiado. Y sin mucho tiempo. Había que reponerse... Era hora de iniciar un nuevo día al mando del piloto automático. Ese mismo que no está programado para hacer llamadas en el mundo real...






viernes, 19 de noviembre de 2010

Otra piel

Ella leía una revista sobre la cama. Desnuda, juvenil, insolente. Tan resuelta como turgente en sus formas. Él, poco acostumbrado a los pormenores amatorios sólo observaba. Todavía asustado. Esperando reacciones físicas a la catarsis de feromona contenida de hace unos minutos. Conoció tantos amagues bruscos en la guerra de caricias que nunca se llevó bien con esta. La evitó alguna vez, la buscó en otras y la sufrió siempre. Probablemente como nadie lo hizo antes. Como nadie se merecía.
Ella era distinta. Tenía menos años, más oficio y sobretodo tacto. Sentido común. Guiaba y desarrollaba la escena a antojo. Quizás porque conocía la situación del otro. Porque la palpó y la aceptó desde el primer minuto. Y tuvo premio ganando el reto.
Abrazando cada segundo, él intentaba familiariazarse. Ser natural como su instinto le indicara. Y se acercó en un suave zambullido sobre esas sábanas oscuras que adornaban tan perfecto espectáculo. La rozó, besándole el hombro y reparando en un lunar. Como eximio detallista siguió su ruta sigilosamente. Parecía punto medio de una sublime demarcación entre el que era más indistinguible, cerca de su seno y el principal, a la derecha de sus labios coquetos. Esa deliciosa marca que según su dueña selló el destino de ambos al homologarlo con el que él llevaba de nacimiento. Pero en el lado izquierdo.
Entonces por qué él buscaba otro cuerpo...
El juego de las excusas lo llevó a ese descenlace que no planeó pero tampoco pensó. Hurgaba desesperadamente por un tenue perfume que contrastaba en el imaginario con lo que percibió en cada centrímetro de piel. No dio con los besos adolescentes en bocas gastadas porque allí sólo era turno de los desenfrenados. No halló ese tacto pausado e impoluto que encendiera sus ganas cuando estaba listo para recorrer los caminos del placer. Pero, ¿era justo? ¿Acaso merecía deponer tal suave cúmulo de bondad ante semajante vendaval de recuerdos adornados por una curva imperfecta? ¿Le servía?
Y disimuló. Eso que iba a ser gran aprendizaje terminó protagonizando un simple exabrupto mecánico. Las emociones seguían allí. Contenidas. Esperando y decepcionándose al mismo tiempo. Extrañando otra piel de mujer que nunca conoció...


sábado, 16 de octubre de 2010

Chequeo médico


Sala lúgubre y una recepcionista pintada como por maquillador cizañero. "Pase por acá", dijo. Y allí, el galeno. Viejo como buen sabio, soberbio como buen experto.

- Cuénteme joven...


- Acá estoy pues doc. Usted tiene mi ficha ahí..
.


- Y... ¿vienes por algún problema distinto?


- Sí, esta vez es súper diferente.


Y le conté...

- Ah. Pero bueno. debes tener en cuenta varias cosas. Primero, que de cada diez hombres, lo que tú tienes le puede pasar a tres pero con suerte uno lo reconoce. Eso es lo bueno.

- Schis... ¿Y lo malo, doc?


- Que es crónico, vas a vivir con esto toda la vida porque los seres humanos no cambian. Entonces tienes el sistema inmunológico menos preparado y estas clases de enfermedades atacan siempre a los más permeables. Hasta apostaría que alguna otra vez tuviste una crisis de estas.


- Puchas, sí pero no tan fuerte que yo me acuerde. ¿Y por lo menos tengo tratamiento?


- Sí, claro. Y sale todo gratis hoy en día. Acá te doy las indicaciones. Y tranquilo. En un tiempo te deberías sentir mejor.


Salí de ahí preocupado, algo agradecido y con sensaciones encontradas. Abrí la receta y en ilegible imprenta decía lo siguiente.
"Mucho rock and roll, nada de canciones tristes, ni recuerdos amargos. Cambiar el entorno y sobretodo conocer personas nuevas que te contagien anticuerpos. Olvidar lugares comunes y rostros que te lleven de regreso. O por lo menos evitarlos. Y agua en vez de café para conciliar el sueño".
Tan horrible lista como su firma...





martes, 12 de octubre de 2010

Ellas y nosotros: Las mentiras que decimos en la cama...


Ellas:

- Esto no lo había hecho nunca.
- Me encanta como te mueves.
- Los hombres siempre creen que preferimos la rudeza...
- Estuvo increíble!!!
- Me gustó que me dieras nalgadas.
- Fue mejor de lo que pensaba.
- Me tinca que esto va por buen camino.
- No importa, a todos les pasa...
- Tuve un orgasmo exquisito...



Ellos:

- Te quiero.

viernes, 8 de octubre de 2010

El ladrón


No lo había previsto. Pero allí estaba. La puerta entreabierta y la ocasión latente para hacerse de algo a la pasada. Su instinto pudo más que la mente. Entró y sintió como si alguna vez hubiese frecuentado ese mismo sitio. Con la luz de luna colándose por la ventana.

Miro alrededor. Apenas hallaba el pretexto para quedarse y se adivinó observado. Al girar se topó de golpe con una mujer. Bajó la vista y aún así pudo reparar en sus formas. Estaba oscuro, ella vestía ropaje gris. Quiso excusarse, echó mano a discursos torpes, a justificaciones inconclusas y titubeantes mientras reincorporaba la atención. Y se vio en los ojos de ella. Esos dominantes ojos que parecían espejo de sí mismo.

Su primer impulso fue arrancar pero atendió que ese rostro derramaba una lágrima. Olvidó el lugar, la circunstancia y la consecuencia. La abrazó fuerte y sintió un tibio apego en su piel, un mágico llamado en su latido. La besó. Y mientras su razón trataba de hacer piso, el corazón rogaba por perpetuar aquel minuto. Nunca se sintió mejor en la vida.

Fue allí cuando escuchó pasos y sin pensarlo corrió despavorido. Mientras se alejaba pensó en regresar, en que ella entendería. Tal fue su duda, su miedo a decepcionar y sentir rechazo ingrato que continuó la angustiosa marcha. Acelerado, con un ahogo quemante en el pecho.

Unas horas después subiría a un bus con destino lejano. Huyó protegiendo su negro y vapuleado ego como tantas veces. Al llegar sintió ligero el equipaje. La duda pudo más y revisó cada valija con acuciosa prudencia. Todo estaba allí, tal cual lo empacó. Entonces, se puso frente a la ventana, miró el cielo aspirando las confusiones de un cigarrillo y dio otra vez con la luna. Fue cuando entendió que esta vez era sujeto del hurto. Que fue a él a quién le robaron algo…


lunes, 20 de septiembre de 2010

¿Una lección pornográfica o la búsqueda oculta del amor?



Qué es el amor para ti. Qué es el deseo. ¿Los diferencias? ¿Los buscas por caminos separados? Constantes son mis teoremas vagos por demostrar que pese a las caretas aprendidas, el ser humano sólo busca placer estableciendo una máscara que esconde sus reales carencias. Que las apacigua o las maquilla frente al espejo. Que en verdad, siempre es un proceso natural que lo puede llevar al amor...
No sé por qué nunca les sugerí esta, una producción francesa de 1999 situada en el París menos romántico, el más sombrío, unipersonal y poco cálido. El que congela las relaciones humanas y las transporta al campo de las individualidades desguarnecidas.
Dos protagonistas maduros y sin parámetros estéticos imposibles, encarnados magistralmente en Nathalie Baye y el español Sergi López se encuentran y dan vida a un romance de complejos. Su vida independiente, aparentemente resuelta los llevará a una terapia donde recordarán paso a paso frente al psicólogo, sus andanzas con el otro, una pareja ocasional contactada por un aviso pornográfico en el diario. Una que les termina aclarando parcialmente la existencia de largos años resumidas en unos cuantas encamadas. Todo un proceso sincero e internalizado en el rato que duran las sesiones.
La película reafirma lo que les decía al principio. Hay seres que se buscan por la sencilla necesidad de explorar sus límites, sus probabilidades vigentes, para reafirmar su ego o satisfacer el llamado de la selva. Eso dicen... Es mentira. Todos esconden algo. Y basta que se aprete la tecla justa, que suceda lo inesperado en el entorno y terminas dándote cuenta de lo que realmente te impulsa. Siempre es inequívoco.
Los malos amores, las nefastas experiencias, las enredadas ocasionales por satisfacer el desorden hormonal, los romances furtivos... Todo tiene una motivación oculta. Que se asienta con los años. Pero que en el fondo, siempre será un camino distinto para llegar al mismo punto.
Por más que quieras, por más que creas, no hay más opciones. Lo demás es mentirte. Desconocerte o engañarte. Algunos más temprano, otros en la cúspide de su muerte... Todos terminan dándose cuenta alguna vez. Más allá que abracen ese destino o lo eviten constantemente.
Poco importa. Y de eso se trata la vida, finalmente...


viernes, 3 de septiembre de 2010

Ellas y nosotros: Remedio para la gripe...


Ella:
-Anuncia que se va a enfermar.
-Exacerba los síntomas del resfrío.
-Exacerba las consecuencias del resfrío.
-Avisa que va a comprar un remedio. -Cotiza el remedio.
-Compra el remedio y hace todo un ritual para sacarlo de la bolsa. Lee el manual delante tuyo, comenta el precio, lee los componentes...
-Se toma el remedio con previo aviso del que se cruce por el frente.
-Te mantendrá constantemente informado si es que el bendito remedio le hizo efecto o no.


Nosotros:

-Nos tomamos un par de aspirinas con cerveza y limón y se nos olvidó...




sábado, 7 de agosto de 2010

Mamás solteras... ¿Arrancar o afirmarse los pantalones?



La frase se me quedó grabada. "Es que recuerda que no soy sólo yo. Nosotros somos tres..."
Por una extraña y conveniente razón me dio vueltas en la cabeza toda esa noche. No importaron los buenos y pocos días, la costumbre al apoyo femenino en ese desastrozo departamento de soltero, ni las pataletas apasionadas, ni los rostros e inventos de esos dos angelitos chicos. Ni menos la cabeza aún encasillada en la novia anterior...
Había que terminar aquello, que de juego y química sexual pasaba al riesgo inminente. Las expectativas de la contraparte casi siempre sirven más que las propias. Single que arranca sirve para otra aventura, pensé... Y me aguanté el dramón con la idea de estar siendo honesto.
Fue hace años. Pero aprendí una lección de la que ella quizás nunca se enteró. A mi me quedó grabada para siempre.
Decisión, madurez, conciencia, pantalones bien puestos... Para involucrarse con una mujer que tiene hijos hay que tenerla muy clara. O por lo menos, saber que existen mayores probabilidades de que ellas estén jugando el juego más seriamente que tú. No siempre. Pero el factor hijo siempre diferencia las proporciones. A favor y en contra. Depende de lo que se busque. Depende de lo que se quiera...
Clasificar madres solteras es un ejercicio bien injusto. Porque finalmente son mujeres como todas, como cualquier otra, haya o no traido niños al mundo. Aunque casi siempre más fuertes, más pujantes. Más decididas. Muchas ni siquiera lo saben... Y en esta mala costumbre de teorizar todo, he llegado a creer que sólo se diferencian entre las que saben qué quieren y las que no.
¿Obviemos a las segundas? Sí, porque finalmente no son más que niñas agrandadas o "adelantadas" que en un arranque hormonal mal cuidado se embarazaron como cualquier cristiana y cuentan con el entorno suficientemente sobreprotector -padres que hacen de abuelos criadores, que las mantienen económicamente o les garantizan el estatus para seguir jugando a la adolescencia- o peor aún, varias que tienen suficiente descalabro en la vida como para sentar cabeza y enrielarse. Las que dependen de políticas sociales.
Importan las otras, las que me inspiraron hoy. Las hay trabajólicas, al punto de considerar el amor de pareja como emoción secundaria. Son las más desconfiadas porque cierran las puertas motivadas por algún fracaso fuerte o la mala experiencia de un canalla de colección. Si quieres conquistar a una de ellas, ten paciencia. Mucha paciencia y constancia. Tu fracaso, muchas veces probable, no siempre dependerá de ti... Ellas esconden su miedo al amor en el desarrollo de otras áreas. Válido y entendible. Tienen algo más importante por qué dar la pelea. Cupido va a la banca...
Las hay enamoradisas. Se diferencian de las niñas locas en que se cuidan, asumen instantes de ternura y jamás te van a llevar ante su retoño aunque las mariposas en la guata sean evidentes. Debes darle tiempo si tu conquista es seria. Y debes respetar su realidad. Apurar las cosas te puede resultar en contra. Porque dar pasos en falso con ellas es regalarles desilusiones permanentes y acumulables. Jugar con fuego te puede quemar.
Las hay independientes y Alfa. Ellas mandan, guían, leen la cartilla antes, durante y después. Y probablemente te vean como una diversión. No intentes controlarlas. Es imposible. El único que manda en casa es ese individuo (a) pequeño a quien consagra su vida. Lo demás, es entretención saludable y controlada. A tu pesar...
Las hay jóvenes y en búsqueda de una segunda oportunidad. Como el personaje principal de "Alfie" lo define, son distintas y traen consigo un agregado irresistible en muchos casos. Será película pero acierta en la conclusión. Dos corazones conquistan más que uno. Y entonces, te pueden noquear, en caso que estés preparado. Ten claro que, de pasar a la segunda o tercera cita, entraste en un terreno donde el juego ni siquiera es recomendable aunque haya convención de las partes.
Las hay maduras y resueltas. Es probable que tengan hijos más grandes. Dependiendo de la edad, ellos, más que un aliado resultan un escollo que debes saltar con precisión de cirujano. El lazo madre-hijo es tan fuerte que tú apareces como una amenaza filosa que puede cortarlo. Ciertamente hay madres con hijos de vida casi encaminada y resuelta, que buscan una pareja para continuar su camino de a dos. Allí, el piso cambia y la reacción también. Si es el caso, encontrarás buenos aliados en el camino a la conquista definitiva.
Probablemente, puedo seguir estereotipando. No es la idea. El motivo único y seguro de este post es apelar a aquellos buscando jugar cartas en una mesa de alta apuesta como esta. Que sepan cuán delicado puede llegar a ser, que el riesgo es alto. Requiere ser harto macho y decidido. Claro y criterioso.
No porque venga el cuco encima. Sino más bien, porque una mujer con hijos seguro es más mujer que el resto de las que frecuentas. Sabe más de la naturaleza humana misma. Puede depender de sí para subsistir. No te necesita. Superior o no a ti, está un grado más alto de la escala evolutiva.
La experiencia que conté al principio, algo atrás en el reloj -inicios del 2001, cuando aún era un pichón inexperto- me hizo crecer. Y con los años supe que la susodicha, separada, ya tiene 4 hijos y estableció un nido "más definitivo". O sea, de cierta manera también zafé de un amorío en el que no estaba claro lo que me esperaba a la vuelta de la esquina. No estaba ni mínimanente preparado. En ese tiempo, me habría volcado la existencia de manera radical.
¿No ven? Si para calzarse ciertos trajes hay que tener suficiente cuerpo...





viernes, 30 de julio de 2010

Manifiesto de un soltero acogotado


Viernes por la noche.
Una cerveza, marraqueta a medio tostar, unas rodajas de tomate, palta molida, lomitos bien cocidos, algo de mayonesa casera recién preparada, el televisor enfrente o los Rolling Stones sonando por los parlantes al volúmen que se te frunce. ¿Qué más se puede pedir en la vida? Es mi más absoluto y humilde propósito.
Yo no sé ustedes. Pero siento que en estos tiempos es difícil ser soltero. Más cuando las expectativas, el entorno y la sociedad catete te inoportunan más de la cuenta. Anda tanto predicador de la vida misma dando vueltas por ahí que te puede desviar del camino por el viejo truco de querer encaminarte.
Me puse a pensar en el tema. Sí, en esa mentada realidad que inspiró películas, más películas, canciones -de las buenas, las clásicas, las simpáticas y las malas-, modas, prejuicios, sitios, negocios y trancas. Y qué mejor que preguntarle a los demás solteros extraños deambulando por este mundo emparejado... Simple. Qué les parece la corriente que amenaza llevarte inevitablemente hacia la boca del lobo, al denominado universo del "de a dos".
Yo parto de una premisa esencial. Ser single no tiene que ver con un papel, con un estado civil. Es una forma de vida que se te permite por libre convivencia y no libre albedrío. Si fuera por lo último, todos somos solos.
Para mi no es soltero el que tiene hijos, ni el que encabeza una casa con gastos, compromisos, cargas de carne y hueso detrás aunque no se anote libreta de matrimonio en la bitácora personal. No pues, eso te limita. Y se pierde lo básico. Ser soltero se basa en la posibilidad de elegir por ti siempre primero. El egoísmo está condicionado por las posibilidades...
Acá la lista de los arrebatos unipersonales recibidos. Los que me dicen, te permiten usar la etiqueta de "libre" con todos los merecimientos. Como el taxi que muchos esperan de madrugada para regresar a casa con unas copas de más...

- El baño: El cuerpo anda menos sincronizado. Se da libertades. No hay yogures ni utensilios raros marcando horarios. No hay vellos ni tapas mojadas, dependiendo del sexo, claro. Yo, por ejemplo, no podría soportar mucho rato a una chica enjabonándose el culo con música de Daddy Yankee en ese reino personal que denominamos ducha...

- El día menos pensado: No sé si les pasa a todos. Diría que sí. ¿Habrá algo más desagradable que vivir con los fantasmas del pasado de tu pareja? Me lo dijeron. No me ha tocado. Pero que suene el teléfono para saludar y hable un "ex" debe ser una experiencia bien insoportable, cuando los quiebres puertas adentro tienen en esos otros a interlocutores válidos...

- Quiero brindar por mi gente sencilla: Una cosa es tu familia. La conoces, la soportas, la quieres, la toleras, la entiendes y sabes cuando darle la cortada... Pero cuando la cosa se pone mix puede tratarse de una bomba de tiempo. ¿Usted se imagina al hermano de tu novia de turno tomándose las cervezas que dejaste helando en el refrigerador? PLR con vale para una promo de Capel...

- Yo te quiero, haré todo lo que me pidas: Dicen que llega un momento en que uno quiere chantarse, frenarse, "sentar cabeza" le llaman... Y también dicen que toda mujer tiene el préambulo de jugar hasta que le viene el romanticismo y aparece la caña de pescar de la cartera. No estoy muy de acuerdo. Aunque la naturaleza nos crie así, me tinca que hay harto macho intentando apernarse sin que la víctima alcance a percatarse. La cosa se niveló. Según yo, se niveló para abajo...

- La vida es cara, compartamos los gastos: NUNCA CON LA PAREJA, CABROS, NUNCA!!! A menos que claro, la idea de fondo sea estabilizarse y el ahorro económico aparezca como un salvavidas en medio de la excusa de una de las partes. Las comunidades son una buena opción. Los amigos también. Pero cuando se comparte cama, sentimientos y proyectos muuuuy a futuro, lo único que se consigue es apurar los plazos. Nunca lo contrario.

- Las excusas más vacunas: Hay harta frase para hacerle el quite al asunto pero carecen de sinceridad real. Si escuchas a tu pareja o te nace un "quiero seguir estudiando", "me gustaría conocer el mundo", "tengo ganas de pelear el subsidio y así tenemos otro bien raíz", "estoy postulando a una pega en Groenlandia", "pa' qué si estamos jóvenes" , "no me pienso deshacer del gato", "puta que tenis zapatos" o "cuando termine de pagar la cuenta de la clínica que me dejaron mis viejos" probablemente te estén diciendo que hay uno que no quiere, que no está preparado. Forzar el inicio siempre es señal de forzar la vida futura...

- El bendito pasatiempo: Y qué hago yo sin fútbol... Compartir los horarios, los placeres del fin de semana, el programa de tv en la noche, lo que se escucha, se come, se toma, lo que se duerme y lo que se deja de dormir puede ser todo un tema dicen los encuestados. Y yo les encuentro razón. A varios les aterra la idea de pillarse a la novia llorando a moco tendido, pasarse el rollo de un drama familiar atómico y cuando ella logra hilvanar una idea te larga un "es que vi Los Puentes de Madison por trigésima cuarta vez y es inevitable"...

- Que buena está tu hermana, tu hermana, tu hermana: No existe mejor indicativo que el intermitente del alma... Cuando uno mira para el lado, cuando regaloneas más a las amigas de "la titular" haciéndote el lindo en alguna reunión social puede que estés en grave peligro. Dicen los que saben que es una señal ineludible. Mientras más cueste controlar al diablito de la izquierda por sobre el angelito de la derecha, querrá decir que el single que llevas dentro te sigue gobernando. Haz caso a su sabio llamado...

Y bueno. Faltaron hartos tips.
Supongo que a todos les llega el turno de cambiar. Si finalmente, desde que entras a cierta edad comienzas a sentir las presiones. Que se les va el tren, que te tratan de mamón, que le tienes miedo al compromiso, que los hijos tienen más riesgo de salir fallados a mayor edad, que la vecina te pregunta cada vez que te ve "bueno y usted cuándo se va a casar" o que los mal pensados empiezan a cuchichear con que eres homosexual encubierto...
No está mal. Es una cuestión de madurez personal y no de homologar a tus congéneres. Ni de temer, ni menos de experimentar. Sin saltarse etapas, sin apelar a relojes biológicos. Ya les digo. Con mayor razón en países conservadores como este.
El mundo está concebido para el "de a dos". Arranquen mientras puedan...



jueves, 22 de julio de 2010

Las Once Especies de la Fauna Twitter, la granja de los geeks



Son lindos los animalitos.
Únicos, irrepetibles. Parte un mismo universo pero con rasgos tan esenciales que no se topan. Conviven. A lo sumo se depredan unos a otros. No son más que equilibrio natural.
Así es twitter.
Lo bauticé, el macrochat. Caldo de cultivo de libre-pensadores y sus inimaginables escalas de certeza y estupidez. Llevo un año entre ellos. Los miro, los observo, les saco la foto y guardo maquetas. Me rio. Por sobre todas las cosas, me rio de muchos.
Y acá una selección de las 11 especies más exóticas.


1. Los empanadas de queso: O twitterdivos. Personajes que por su figuración fuera de la plataforma se transforman en líderes de la misma plataforma. Como el jugador más caro de la plantilla que nunca juega. Una vil contradicción. Aunque casi siempre hablan, bailan, salen en la tele o todo lo que no sea escrito, terminan de reyes en el paraíso de la palabra reducida. Varios no saben escribir o no hilvanan ideas. Los más, tienen opiniones interesantes basadas en la vorágine de pateros que los nutre. Conversan entre ellos con miles de testigos en línea. Algo así como toparse a un lote de curados en una mesa del bar The Clinic. Lo que pueden hablar pa' callado -por buen gusto y descontaminación- lo andan gritando... Su ego es como un globo. Grande... pero livianito. Subdividen a sus seguidores en súbditos o enemigos.

2. La creme de la creme:
Dícese de los hermanos, hijos, amigos, compañeros de farra o amantes de periodistas ilustres, ministros, rostros, deportistas o autoridades. Llegan de rebote y se transforman en referentes y luminarias. Celebridades cuyo mérito es casi siempre prestado. Pero es bastante probable que no los conozca ni su mamá en el inicio. Y a veces, hasta puede que logren la ansiada figuración real...


3. El panfletero:
Desde izquierda a derecha hay bichos tuiteros que sienten, viven y respiran el mundo como una gran comunidad alimentada e iluminada por la política. Basta un tema en común para que saquen a relucir toda la gama de argumentillos relacionados a su stock de ideas, su ideología que según ellos mueve al planeta. Generalmente acomodan toda situación a su favor. Nunca pierden, aunque en rigor, pierden la vida en ello. Son los que más aburren... "Pato Yáñez" debiese ser su logo.


4. El cornetero:
Si le hiciéramos algún escaner a su niñez, capaz que obtengamos afición por el helado de gamba y media o el chupete Koyak. Todo el tiempo le hacen el amén a otros. Porque sienten que con eso son aceptados, porque piensan que integran una idea común, porque se juran dentro de la vida y entorno del que manifestó quien sabe qué cosa, porque necesitan ser parte de un todo... El retuiteo es a ellos lo que la luz eléctrica es al hombre. Un elemento de subsistencia vital.


5. Las minas psycho:
Hay que tener cuidado con esta especie pues es casi transgénica. Son seres que se transforman desafiando las leyes de la química neuronal y el sentido común. De mujeres cordiales pasan a inventar romances, amantes, embarazos, ofensas y meten a un cuanto hay de personajes a sus deprimentes cahuines en línea. Sanarlas es como deshacerse de una gangrena. Hay que extirparlas. Como matar highlanders. O les cortas la cabeza o las tienes molestando por los siglos de los siglos...

6. El embajador de la OEA:
El sapo, al aguja, el observador, el píerdete una. Se las sabe todas, está siempre al "cateo de la laucha". Agarra el ritmo de discusión global en un par de minutos aunque haya estado desenchufado todo el día. Y cuando no está, nadie lo echa de menos... Son los que le prenden velas a google, youtube y cuanta plataforma les permita mantenerse vigentes con material de otros.

7. El Jote: Tal cual al ave de rapiña que conocemos... Aunque harto más lascivo. Deambula por las plataformas sociales buscando "carnada" de la cual alimentarse. Se les conoce como "los calientes de m..." Suelen ser sutiles sólo al comienzo. Son los reyes del DM porque no quieren que los descubran. Como boxeador hambriento arrinconan a su presa. Tratan de dar el golpe de gracia (piropos, invitaciones, más piropos, más invitaciones) esperando que la víctima ceda sin escapatoria. ¿En qué se diferencian del ave que las inspira? Que el plumífero carroñero sólo come deshechos o restos moribundos. El jote online es más evolucionado. Puede comer todo lo que pille "volando bajo"...

8. El Huevo de Meseenger: Nadie sabe por qué usan una plataforma de difusión de ideas, opiniones, informaciones o datos útiles cuando lo de ellos no es ni lo uno ni lo otro. Usan twitter como un soberano chat. Te dicen qué comen, qué toman, dónde están, para dónde van, qué les duele, qué les gusta y por dónde, qué miran en la tele... El uso que le dan a los 140 caracteres de twitter es exactamente el mismo que le dan al "estado" de messenger o el de facebook. Lo de ellos es sumarse a la tendencia. Usan cualquier red social para lo mismo. Y cuando sientan que ésta pasa de moda, se van. Por suerte para la Matrix y sus dolores de cabeza permanente por tanto aprendiz ensuciando sus caminos...

9. El Nuevo Intelectual:
Sienten que desde sus humildes esferas aportan temas a la discusión. No están tan equivocados. Sus aportes los toman otros, en el mercado formal de medios y lucran con ideas ajenas. Suelen decir "Hoy mi nueva columna de opinión sobre..." y no es más que un mísero post de blog personal y micro... O tienen predilección por mostrarse, por güatear en vivo y ante eso, usan herramientas como las twittcam o los streamings haciéndolos pasar por verdaderos programas. Pero no lo son. Sólo amagan intentos que algunos más vivarachos y comerciantes también usarán como calco, como inspiración. En síntesis, es más lo que creen que aportan que lo que realmente aportan.


10. Las Linduras:
En verdad, si uno analiza detalladamente su discurso, se da cuenta que puede saltárselas, vivir sin ellas. Que son intrascendentes. Pero en este mundo de la imagen por sobre las ideas, es absolutamente inevitable seguirlas, leerlas, estar pendientes de sus berrinches on line, aplaudirlas. Más allá del género que ostenten y cautiven, la lindura nació parada en el mundo. Haga lo que haga, siempre le van a sacar en cara lo privilegiado de su mapa estético. Se agradece que se esfuercen. Pero está demás...


11. El Monito Mayor: Son regaloneados con la carátula de "influyentes". Aunque en honor a la verdad, sólo son personajes o maquetas hechas para venderse en el mercado twitter como un buen producto. A varios se les nota el esfuerzo por tratar de ser chistosos siempre y con todo tema. No les resulta. Otros pocos apelan a la crítica como una máquina expendedora de juicios exactos y siempre hay alguien que les compra el boleto. Subsisten del retuiteo y por ende, de la venia permanente de Los Corneteros. Pero en el mundo real desaparecen. Viven y mueren en twitter.

Lea, identifíquese.
Y si despues de mucho esfuerzo no logra encontrarse, no se preocupe. Estamos trabajando para usted. En futuros conteos prometemos empadronar categorías como los "Hijos Ilustres de El Peral", "Las PPD" (Pa' puro darle), los "Si Es Colega Puede Ser Pega", los "Su Click Es Mi Sueldo", los "Quiero Salir del Closet Pero No Me Atrevo" y los "Ya sé que estoy piantao" entre otras varias...



martes, 20 de abril de 2010

Abril

Si la causalidad es la única respuesta,

entonces abril traerá las penas…

Como solsticio del corazón que ennegrece los días y congela las almas

Como un hueco inerte acusando el recibo del dolor



Abril envenena el futuro

Desmorona pilares, oxida bonanzas

Abril ahoga en llanto, aparea la rabia

Te sumerge, te entumece. Te sangra las ganas



No hay mes que se atreva a desafiarle

Abril es mayor, tirano, infausto

No sabrás de otros amargos

No verás grises como los de abril

Y si hay grises amables, abril los despojará sin virtud



Quítenlo del calendario

No más abriles robando ternura

No quiero más lágrimas, ni inviernos mentales crispando esencias

Ni vientos de abril despojando sueños...

sábado, 6 de marzo de 2010

SOBREVIVIENDO, DÍA 7: La campaña que resucitó al crítico.

Otra vez casi ni dormí. Con la llegada de la luz me quedé pegado en las señales abiertas de TVN y C13 para empaparme de datos, historias, anécdotas y reportes. Puse la cabeza en la almohada y una réplica de proporciones me sacó de la cama como a las 6 y algo. Dos horas después se sintió uno que de verdad fue intensísimo. Creo que es el primero de la semana que definitivamente me hizo recordar el terremoto en sí. Dicen que fue entre 6 y 7 grados en Richter. Lo bueno es que ya no hay tele que defender ni sujetar...
Algo logro descansar. Me despierto sabiendo que hay un acopio improvisado de agua de punteras mucho más limpio que los restos de la piscina y el pozo. Voy a abastecerme para que, como siempre, haya al menos uno o dos días de reserva asegurada en la casa.
Y luego, al desayuno-almuerzo ya me entero de la campaña “Chile Ayuda a Chile”, de cómo los medios se pliegan y siguen a Don Francisco como lapas, de cómo Leo Rey habla de la importancia de ese escenario (?) de cómo ayudar se vuelve casi una moda. De la emotividad de plástico, de los líderes políticos intentando aunar esfuerzos y aún así generan emociones teñidas de ideología, de los estúpidos de siempre subiéndose a la tarima de la mal llamada solidaridad, de su camisa planchada, de su cutis brillante, de su oportunidad de conseguir portadas.
Supongo que será mi estatus el que me despierta tanta bronca. Mi estatus de clase media-baja, digo. ¿Saben por qué? Debe ser que hace muchísimo rato, en la medida de mis posibilidades y lo que he podido publicar en sitios y medios distintos, me di el tiempo para desmenuzar, transparentar y hasta empelotar a la nueva clase social chilena. La de los poseros.
Resulta que hoy ayudar más que necesario es tremendamente cool, resulta que conmoverse hoy es también top, resulta que es materia obligatoria saber dónde queda Pelluhue o la historia del tipo de la polera “Fascim Sucks” –podría haber sido una que por último dijera “Vidal Sucks”- que levantó la bandera chilena y se convirtió en emblema.
¿Alguno de ustedes, malditos bichos que pulula por las redes sociales -o las páginas noticias plagadas de ideas repetidas- sabe lo que es andar en una bodega vacía buscando algo para comer o conoce la sensación de salir con un palo a defender tu casa del pillaje? ¿Conoce la tropa de pseudo-intelectuales de blogs y columnas de opinión cuántas vidas se pudieron salvar si en este país se hicieran las cosas bien –sólo con parámetros de sentido común- y no como se les ocurre a unos ineptos que se deben hacer? ¿Si están tan informados acerca la de la triste desgracia de las caletas y ciudades arrasadas, sabe algunos de estos parásitos de internet quién me ofrece un subsidio para recuperar televisores, computadores o todo lo que como clase media debemos absorber de nuestros bolsillos aunque ya se nos hacía difícil desarrollarnos hasta días antes del terremoto? Nadie. Le pongo la firma. Lo sé porque yo me río en sus caras de su inoperancia real cada vez que puedo. Los conozco.
Entonces, además de ponerse con unas luquitas en un banco intenten mirarse a los ojos y cuestionarse ustedes entre sí. Porque yo sigo siendo el mismo que los criticará sin piedad y desde la tribuna disponible que sea, aquél que se entretendrá barriendo con todo burócrata parlanchín y vendedor de pomadas al pueblo. Y sin perjuicio de ello, algo en mi cambió. Saber lo frágil de la vida y lo débil del alma que acusa cada ser humano te hace abrazar más la idea de sobrevivir aportando y no siendo mero eco. También te obliga a esforzarte mejor por comprender el mundo que te rodea. Nunca fue mi problema. No pueden decir lo mismo...
Viven en una burbuja, sienten que organizar un remate, una completada, sacar un billete o seguir a la masa en la inercia de ayudar para incrementar una cifra de la tele los hará mejores personas. Me reí en su cara ayer y me dan repugnancia hoy. Son títeres de un sistema que lucra con nosotros, que jamás optó por incorporar a los mejores sin tablas de medición académica ni política, que poco nos enriela en la ruta de los valores ni mucho menos nos prepara para vivir mejor pensando de corazón en el que está al lado, en vez de cómo sacarle ventaja y escapar cada día más luego de los estratos que siempre agruparon a nuestros antepasados.
¿Quieren ejemplos los tontitos? ¿Los quieren con manzanitas? Ustedes decía que si los noticiarios empezaban sus entregas con 15 minutos de noticias policiales era porque estaban alarmando gratis, porque estaban desbancando a un conglomerado político a partir de la invención de una sociedad inmoral y sin valores genuinamente decentes. ¿Y lo que vimos esta semana? ¿Lo inventó la prensa? Si aún el sistema no cuantifica lo que se perdió por la catástrofe, menos va a saber lo que se desvaneció con el salvajismo. Pero no les interesa. La necesidad de cordura tiene cara de hereje con poder…
Supongo que es esa rabia la que me impide ver semejante muestra de mojigatería chilena por la tele. Peor aún, siento que también hay un valor sentimental que me llama al duelo. O al menos a la abstinencia de semejante invento mediático. No es con ellos mi decepción. Están tratando de ayudar desde la única y poderosa ventana que los tiene lejos del mundo aunque quieran sentirse cercanos. Terminarán afirmando su obra gracias al aporte de la clase media, la misma que perdió cosas tan valoradas y poco volátiles como su dignidad hace siete días.
Es más. Por el bien último de estar informado, cada vez que hubo un evento de envergadura y significancia nacional estuve ahí para observarlo y propenderlo. Hoy no. Debe ser porque todo lo destruido que mueve estas cadenas fue y es parte de mi entorno. Y entonces siento que sin querer festinar, la masa imberbe lo verá como el tema del momento y mañana será motivo de escarbar en lo que venga más adelante en el calendario de tragedias. Y me da pena, me genera impotencia.
Quizás sea porque no perdí tanto. O quizás porque perdí más de lo que yo mismo puedo llegar a imaginar…

SOBREVIVIENDO, DÍA 6: El fin de la inseguridad

Es tarde. Creo que ahora sí dormí más que suficiente. Bañarte luego de jornadas tan extenuantes acusará la cuenta que te pasa el cuerpo. Acuérdate de mi. Es un gusto por estos días. Si no, pregúntenle a los desubicados que hoy partieron en masa a los espejos de agua de la ciudad para asearse y lavar ropa. Vamos ensuciando la naturaleza. Total, qué les importa.
Casi por rutina asimilada salgo a buscar agua. Ya no queda en los acopios de siempre. En eso me encuentro con una camioneta de la CGE en la esquina y sonrío. Son los de la primera avanzada, la que revisa y da el comprendido a los de un segundo equipo que repara según escuché en los medios. Un circuito por el barrio me avisa que todos los otros sectores ya cuentan con electricidad sólo al interior de las casas. Buen indicio.
Mientras salimos a ayudarle en la tarea nos cuentan que en la zona de Palomares ya no quedan bodegas de las grandes empresas. Dicen que en los barrios de Nonguén los drogadictos venden algunos plasmas nuevos en 20 mil pesos o computadores en 50. Saben que tienen que deshacerse de ellos luego, antes que alguno pueda caer en las inocentes redadas de los fiscales.
Ya leo un par de diarios y siento un poco de vergüenza. Una, de saber que en mi pasaje sólo leen LUN o La Cuarta y es poco probable encontrar un solo artículo decente. Dos, que ni siquiera en estas circunstancias la línea editorial se flexibilice y aporte con la comunidad generando contenidos y conciencia. Yo no tengo postgrados ni creo que los vaya a tener. Pero apostaría que en materias de comunicación social, los expertos abogan porque los medios son los reales encargados de encausar a una sociedad que mira las cosas con demasiada distancia aunque presuman cercanía. ¿No era este el momento para volvernos serios y dejar de vender chimuchina cuando para muchos, la nube de colores se les cayó en la cabeza?
Un poco más tarde salgo a buscar agua sin suerte. Aún así, me basta para encontrarme con militares que llegan a dejar bolsas de alimentos. No soy delegado, aunque por lo de días anteriores, algunos me reconocen y me quieren dejar pasar. No tengo credencial y en vez de que me atajen los propios milicos, prefiero preguntar sobre qué hacer. Suficiente para correr la voz.
En la noche llegarían un par de litros de leche, un café chico, azúcar. Se agradece harto. No la necesitamos tanto hoy pero nos puede ahorrar las filas del supermercado mañana. De esas hay en todos lados. Dicen que en la que nos queda cerca sólo demoras diez minutos y se puede comprar una canasta básica por 5 lucas. Yo necesito comida para mis gatos. No hay por ninguna parte.
Uno de los minutos más esperados y también resistidos se concreta en la noche. Hay luz en los domicilios y es un alivio pues hervir el agua ya no estará destinado sólo al gas. Eso para los que teníamos cilindros porque los de sectores más nuevos no pueden decir lo mismo, su suministro era a cañerías. La suerte de algunos comienza equilibrarse un poco para todos. No concibo el día sin agua caliente a toda hora.
Hora del recuento. Es verdad, los televisores jodieron, el pc murió, los recuerdos de artesanía tan cuidados y elaborados por la familia están inutilizables. Las coberturas de la tele son limitadas y concentradas porque no hay cable. Igual, uno se empapa casi sediento de imágenes, de información real.
Entre los segundos que me dejan los comerciales pienso en lo que se viene, más viendo que hay tanto equipo periodístico desplegado y yo, con talento, con tantas historias de vida in situ y otras no contadas -como la urna que apareció en alta mar pues en Tumbes estaban velando a un lugareño-, con tanto material palpable de la emergencia que los relatores puestos en pantalla simplemente no conocieron. Y estoy en mi casa. Sabiendo que no hay pega. Que necesito reponer cosas. Que necesito salir de aquí...
En las noticias puedo ver que la zona costera de Cauquenes, donde pasé uno de los mejores veranos de mi vida y una etapa profesional entrañable, ya no existe. Se desparramó el pueblo por el suelo. Todo lo que conocí, que disfrute. Mi mapa emotivo es historia.
Aún así me regalan un amargo alivio. Hay gente, mucha gente que de verdad lo está pasando mal. Hay muchos de los nuestros que lo perdieron todo. Con el dolor de mi corazón, nosotros somos más afortunados que ellos. Y el nudo en la garganta es inevitable.

SOBREVIVIENDO, DÍA 5: La psicosis colectiva.

He comido poco. No porque no tenga qué echarme a la boca. En ocasiones así sólo hago ostensible mi capacidad de pasar el día con café, cigarros, jugo y pan. ¿Qué más necesita el hombre para vivir? Supongo que atención, cariño, afecto y algo de comprensión, de campo abierto para expresar lo que guarda dentro, para apoyarse. Y si no lo tienes, no importa. Son estas jugadas del destino las que te hacen comprender cuán solo estás y cuán sólo de alma puedes aguantar.
Todos los días calculo el agua que se gasta en casa y salgo a buscarla cerca. Sería el rey de las víctimas si digo que es un trabajo costoso. Tengo que caminar algunas cuadras trayendo baldes o cargando el carro que usualmente ocupo para la feria de los domingos. Ya ven que no cuesta tanto. Diría que casi te acostumbras y lo vas a echar de menos.
En el pozo de ayer queda poco que sacar. Apenas ayudo a una niña con su recipiente y me arranco a la piscina del condominio. Está un poco sucia y casi son sobras a la distancia pero una vez encima, créanme que todo lo que no abunda tiene cara de útil. Recolecto envases chicos y decido que es buena hora para darse un gusto. Sí, hoy es un gusto. Acomodando las cortinas de la ducha con algo de paciencia consigues en tu casa lo que otros salen a hacer irresponsablemente a lagunas contaminando más lo que queda. Hasta hay espacio para lo bizarro. Uno suele mirar la tina y decirle en broma “desde ahora, tú y yo seremos buenos amigos. Te tenía casi olvidada”.
Todos pagábamos por una ducha y por ciertas cosas que extrañamos. No hay agua, no hay comercio, no hay gas y un tipo de un negocio cercano asegura que van a abrir por ratos y que él me dice que tiene alimentos de gatos. Me alienta a no salir al centro a hacer interminables colas. Sin locomoción es tiempo perdido. Más de dos horas de trayecto a pie y las filas de cuadras puede hacerte perder el día. Seis horas de libre desplazamiento es demasiado poco. Y conseguir un salvoconducto es engorroso como ni se imaginan.
Si hay algo bueno en no tener una radio a pilas en la casa es que a veces la desinformación te puede salvar el pellejo. No es chiste. Y conste que yo más que nadie entiendo la necesidad de informar. Pero eso que hicieron los medios de comunicación a instancias de bomberos pudo ser catastrófico.
Corrió el rumor de un maremoto después del temblor vespertino de considerable magnitud y que si bien a muchos ya no nos asustaba -a mi me pilló cargando agua-, a varios otros como mi madre y un par de mis vecinos los había puesto más que en alerta. La suerte es que no oyeron a tiempo los llamados a la evacuación sino era anotarse un caos gratuito.
Es extraño esto de la percepción en algo tan cambiante como las manifestaciones de la naturaleza. A una semana del peor movimiento, desde el primer crujir de la tierra uno ya percibe y anticipa si lo que viene es fuerte o no. Está lejos de ser el efecto mareo del que todos hablan. Se trata de servirse del silencio para escuchar el aviso. Siempre hay anticipo aunque sea de un par de segundos.
Todas las réplicas fuertes de estas últimas jornadas las sentí antes, alcancé a ponerme a resguardo cuando era estrictamente necesario. Es más, diría que uno pierde hasta el miedo. Y no es de hombría arrogante. Es la lenta pero fuerte acción de la racionalidad en días en que saber qué hacer y guardar prudencia puede ser la diferencia entre estar vivo o muerto. Así de simple.
A lo lejos escucho un periodista de una radio capitalina –sólo hoy las empezamos a recibir de manera exigua- que se agita ante la creciente alarma de tsunami. Este tipejo no tiene la menor idea de lo que vivimos nosotros el sábado, pienso. A él lo afecta la histeria colectiva más que el temor real.
En las siguientes tres casas están preparándose para salir y hay enfrentamientos verbales con los que se quedan. Es tan simple entender que si el sábado no nos llegó el agua con algo bastante más destructivo, con este remezoncito no corríamos riesgo. Pero ante la desinformación, algunos corren. Y no es reprochable. Los puede salvar. Los demás apelan al viejo e irresponsable “si el mar me va a matar, mejor que sea en mi casa que corriendo por ahí”.
Tal agitación me sigue mostrando el entorno agrio de mi casa, de mi propia gente y las injusticias que ellos avalan entre sí. Comentan que hace unas horas, pasaron repartiendo almuerzos. Nadie avisó. Dicen que hay un circuito de unas cuatro casas donde se saben lejos de persecución por saqueo por más que tengan un evidente apero de cosas, las que se reparten entre unos pocos. Recapitulo que con algo de suerte un par de ellos consultó por la salud de mi madre. Por mi no preguntó nadie.
Y finalmente, sucede. Un tipo que conocemos de toda la vida, comerciante, amigo de la comunidad completa me saca los choros del canasto. El muy perla tiene ganas de conseguirse cigarros así que sale a vender unas pilas grandes que tiene en su poder, claramente obtenidas en el botín. La vecina le compra, mi vieja quiere pero no la dejo. Me parece último de rasca hacerlo con gente con problemas ahí al lado.
El curso se completa. La oportunidad de descargarse aunque sea por un instante golpea la puerta. El minuto de soltar la rabia acumulada quizás desde antes pero que sólo esta tragedia vista desde tan cerca me pudo generar. A instancias y guía de varias personas -que por fin supieron quién era yo, me vieron de manera distinta y hasta me escucharon hablar y aporta ese día- llegó un grupo de encargados de la repartición municipal llega hasta mi casa.
“Buenas tardes caballero, nos hicieron venir hasta acá porque dicen que usted es el presidente de esta calle, el encargado y estamos coordinando la llegada de provisiones y ayuda por parte del municipio”. Estaban casi todos los que viven ahí esperando noticias. De puro copuchentos o quizás ávidos por agarrar lo que fuera posible.
“No, señor, lo mío fue sólo la eventualidad de coordinar lo de la seguridad ya que ustedes nos dejaron botados. Pero si quiere repartir migajas, tiene hartos acá que le pueden servir, amigo. Yo me salvo sólo. No tengo tiempo para perderlo en gente que no te devuelve la mano” le dije. Supongo que escucharon. Y si les cayó mal, puedo hacer con ellos lo que el mundo hace con uno todos los días. Basurearlo o ignorarlo. No se necesita ser más literal.
Como si no fuese suficiente, ya sin posibilidades de desplazarse a otros puntos de la ciudad –las restricciones militares se conjugan con las personales de no querer ver tu zona está destruida sin psar por gente morbosa- uno opta por armarse panorama. Y con la llegada de un par de radios santiaguinas tratas de abrir tu espectro de información.
Hay un tal Rodriguinho que se esfuerza por hablar mal en una radio donde el sello es poner locutores que inventan voces ininteligibles. Ese debe ser el tarado que tanta gente que viajó decía ser lo único captable en el dial. Y malgastan la señal en un pelotudo que generó el rumor en Concepción y alrededores que aparte de la Biobío, lo único que se oía en el aire era la voz de un locutor gringo. ¿Gringo?
O incluso debo soportar a Paulsen mientras discute responsabilidades con el ex director de la Onemi, Maturana. Apuntan con el dedo y comienzan la caza de brujas como si a mi y al pueblo de más a la costa le importara su cómoda y estúpida fertilidad de análisis desde un sillón con aire acondicionado alrededor. Sus colegas eruditos de ADN –ya no sé si tanto- en deportes analizan si las estructuras nuevas tienen estándares aceptables y citan bibliografía sismográfica. La tendencia es a bajar el perfil y ser perspicaces aunque acá los hospitales de campaña aún no funcionan: La idea es ampliar la perspectiva general aunque la gente no tiene agua y sigue durmiendo en carpas. La bandera indica pegarle a la Biobío por lo de la alerta falsa cuando ellos se plegaron, llegan tarde y como buenos santiaguinos están alardeando a la distancia.
Lo que ayer me generaba admiración mediatica hoy me almacena nauseas. Los que ayer celebré hoy me parecen detestables bichos sentados en sillones de cuero analizando si el color de turno tiene o no ingerencia en la desgracia de la gente. Me molestan, pasaron a mi lista negra de comunicadores lucrando imagen y ruido a partir de la desgracia ajena.
También llega música y supongo que luego de días ahorrando tus energías o recursos ya asumes que lo peor pasó. Que la normalidad se viene encima y entonces, las otras carencias, las que ya existían y las que te inmovilizan y hunden en el pantano volverán a ocupar su lugar. Quizás es el primer momento para sopesar lo vivido, para dejar que la emocionalidad corra por la pequeña brecha que aún le queda abierta. Quizás es el miedo. Sí, el miedo a saber que semejante remezón no sirvió de nada, excepto para remarcar las frustraciones, para atiborrar las inseguridades y robarte de cuajo la esperanza.
O quizás es la muestra palpable de que cuando menos lo piensas, todo en tu vida puede ser peor...

SOBREVIVIENDO, DÍA 4: Armado hasta los dientes

Luego de la última ronda supongo que el cuerpo cedió. En la reunión final decidimos muchas cosas y una de ellas fueron los turnos. En mi cuadra los dividí en dos y me anoté en el segundo. De 2 AM a 6 AM. Eran las 10.45 de ayer cuando me recosté cansado como nunca por el día más agotador de todos. Me tapé con una frazada, de esas de lana que dan harto calor. Un ruido casi me botó del lecho. Un helicóptero sobrevuela la zona, o más bien, tenemos la suerte de estar a un par de kilómetros del aeropuerto y el piloto debe ser de otra zona.
Despierto sudado, con el cuerpo aún abatido por las caminatas eternas. “Cresta, me quedé dormido” pensé. Bajo corriendo, creyendo que eran cerca de las 4 AM pues la sensación era de haber pasado de largo. El reloj de pared anuncia recién las 00.15. Una hora y media que pareció una eternidad. Hay que tomar café y pensar en comprar un reloj de muñeca por si acaso. Uno nunca sabe cuando un terremoto te va a azotar la casa, la vida y hasta las malas costumbres de vivir desconectado del mundo cruel.
Igual se respiraba tranquilidad afuera. La pega de la tarde rindió sus frutos, “la pobla” se observa con importantes focos de luz artesanal. Es lo primordial si quieres alejar la sensación de inseguridad.
Veo mi puesto, hay gente copeteando y riendo. Voy al otro punto de la calle y decido quedarme. Está más expuesto y también más vacío. Allá me encuentro con un tipo de esos que con suerte saludas y vive a menos de cinco casas. Es oriundo de Mulchén como yo y me cuenta del pueblo, viene llegando. Panderetas en el suelo, estructuras y edificios clásicos dañados. Hasta dimos con que mi tío le hizo clases en el colegio. Me habla de la medialuna y del que era mi barrio en la Tomás Chávez. Están en pie, son señales que tranquilizan y alegran. El cementerio tuvo daños. Parece ridículo preocuparse por donde no hay vidas pero es allí donde quedan los únicos vestigios de quienes son mi sangre y mi historia. De mi padre, mi hermana, mis abuelos, tíos o primos. Cómo no voy a anhelar que ese cerro siga firme.
Lo que iba a ser una noche tensa resultó grata, casi light entre tantas otras. Uno de nuestros principales “asesores” de armamento viste pantalón y botas de campaña, tiene a su mano un rifle de respetable precisión, un revolver y hasta un sable de combate que en su envoltorio de plástico es la clásica imitación chilena de la legendaria espada japonesa. Si hasta los ejércitos yanquies la imitan, dice. Igual es para reírse. Lo bautizamos como G.I.Joe.
Como él, varios fans de la milicia, la disciplina militar y el poder de las armas tuvieron su noche de gloria. Fueron los héroes en quienes confiábamos. A los que hay “que hacerles el amén” para que no se alboroten. Ya cargan suficiente adrenalina gratis por esas horas.
Se habló del día del terremoto, de dónde nos pilló, de los hijos de algunos que estaban en discotheques y corrieron kilómetros para llegar a sus casa sin saber si sus padres estaban vivos. Otro cuenta cómo salió de un duodécimo piso con su mujer en el centro de Concepción y como bonus detalla que apenas avanzaron una cuadra ya había vándalos asaltándote en las calles. Ellos tuvieron suerte, unos de un block aledaño no. Les robaron las pocas cosas con las que salieron al exterior.
Uno de los relatos más estremecedores es de un cabro joven que tenía su hija pequeña y su mujer solas en una casa colindante con el local de Súper Pollo, uno de los primeros saqueados sin contemplación. Él vio desde los cerros de Tomé cómo las olas se recogieron tras el temblor. Se cortó la luz y la luna iluminó a ratos ese terrorífico paisaje. Habló de cómo regresó a la ciudad, de las condiciones en que encontró a su gente durmiendo en la calle, en un sofá cama prestado por vecinos. Repasó detalles tan espeluznantes como graficar su pasada por un local buscando leche, de las técnicas para irse coordinando con los que saqueaban y así repartirse las cosas básicas, de cómo sacaban pilas de los juguetes para que los demás se los llevaran, de cómo trataron de salvar un cajero automático que estaba siendo desencajado de su base con una camioneta. Ese tipo tiene 23 años y la lección de supervivencia que protagonizó ya lo marcó para la vida.
También hubo rato para hablar de personajes ayer concordantes y hoy disonantes como la Bachelet, algunos la defendieron, muchos perdieron su fe y otros simplemente observamos y sacamos conclusiones. El famoso 85% de popularidad con que contaba esta señora se fue al tacho. En la región no la quieren ni ver. Hay una decepción mayúscula con lo inoperante del gobierno en condiciones tan delicadas, tan necesarias de buena acción y no de mala reacción.
Supongo que es las últimas horas también sirvieron para que todos esos que venían del sur nos contaran qué decían los medios. Supimos bien de la destrucción del casco céntrico, de los puentes sobre el río Biobío, de Dichato, de Asmar, concordamos trágicamente en que la Armada está ocultando la información de la Isla Quiriquina. Nos confirman, esos muertos no se van a conocer en un buen tiempo si los hay. Yo creo que los hay. Si esa es la puerta de entrada a la Bahía de Concepción y el resto que la circunda desapareció, esa parte de la zona claramente quedó en su momento debajo del agua.
De la guardia nocturna hay varias cosas que sacar en limpio. La gente tiene miedo y también comienza a acumular rabia. Nos enteramos de los cuestionamientos, de las contradicciones del gobierno y los organismos de emergencia, de cómo el tema de fondo en la sociedad penquista ya parece ser la duda de quá tan bien se actuó. Yo digo, ¿qué creen?. Si estábamos ahí, a la intemperie, a merced de los maleantes. Nuestra única esperanza es el famoso toque de queda y ni eso nos regala paz.
La tensión de las primeras horas fue amainando. Ya hay certeza que la noche pasó sin sobresaltos. Algunos se van a dormir y yo hago lo mismo cerca de las 7 AM. Unas cuántas horas de sueño para luego despedir a mi hermana que regresa al sur. Tienen que salir a la 1 PM pues la prohibición de circular en las calles dura hasta mediodía. Hay un anciano perdido que tiene casa en Dichato. Es como su padrino. Se lleva esa preocupación de vuelta al sur y la de no convencer a la viejita que se regrese con ella, cosa en que intenté mediar sin suerte. Hay personas que a su edad sólo piensan en su casa y no en los riesgos personales. No lo comparto pero lo acepto. Mi negra sabe que sólo deberá esperar algunos días para poder comunicarse por celulares. Al menos, ya tiene la certeza del abrazo. Y eso la deja volver a Puerto Montt en paz.
Dicen que ante la falta de agua de la piscina y las punteras, hay un pozo de almacenamiento atrás de los departamentos. Ya hay fila de vecinos. Muchos llegaron recién a cuidar sus casas y son los que nos tuvieron a merced de los delincuentes. Son los pudientes, los que podían tentar a las hordas de escoria humana.
Entre todos trabajamos y algunos corren el riesgo de meterse al pozo para amarrar los lazos, hacer una especie de polea con cuerdas y lanzar recipientes de harta capacidad. Así podemos ir llenando desde baldes hasta la botella de la señora cuica que llegó con envases chicos.
Por ahora, lo que hay en ese pozo es como el avance del clima. Algo poco más claro que la de días anteriores. Todos los saldos de agua pueden quedar para los receptáculos de baño. Allí también hay focos de higienización que necesitamos ir normalizando en la medida de lo posible. Y en honor a la más preciada sinceridad, por estos días de tanta tensión y algo de amargura el cuerpo y su armatoste intestinal suele acompañarte más que traicionarte.
Mi hermano llega con su mujer y nos trae tranquilidad de cómo siguen. Nos trae dulces y algo de alimentos para los gatos que encontraron en otro supermercado y nosotros les convidamos mineral y cigarros. El tema valórico de por qué se produjo la estampida social ameniza la improvisada mesa. A ellos, que viven en un sector más tradicional de la misma comuna hualpenina los protegieron los mismos “patos malos” que estaban enfrentándose con las verdaderas mafias de saqueadores.
El mercado negro en los meses futuros será impresionante, lo que dicen que están encontrando es irrisorio. Nos sale la rabia por los poros. Y aunque uno trata de poner cordura, de verdad que cuesta mucho. Estamos todos resentidos, acá nos miraron por debajo del hombro a todos. A mi región entera la pasaron por el cedazo de la centralización…
Llegada la tarde aparece un amigo que vino a ver a su familia desde Calama. Dice que demoró 32 horas. Su peor impresión fue ver la ciudad en el suelo y que el bus no pudo ingresar al terminal de buses porque estaban robándole a la gente que bajaba o a los mismos choferes. Cómo él o como mi hermana, hubo miles de compatriotas que sin pensarlo se vinieron a la zona del desastre a ayudar, a constatar en el contacto físico la realidad de sus seres queridos. Y fue ese mismo espíritu el que empezó a notarse horas después. Llegar de Temuco a Santiago en la noche siguiente te tardaba casi 24 horas por la 5 Sur.
Durante esa tarde noche la preocupación ya era otra. Al mal olor de los baños se sumaban bolsas de basura desparramadas por los perros. El terremoto fue un sábado y ese era día de recolección. Un improvisado sitio eriazo servía parta que algunos de los vecinos. Fue otra jornada de ir y venir, de intentar coordinar. Como no se trataba de emergencia, ya nadie quiere cooperar.
Si algo sirve de ser tan ostracista y poco sociable es que aprendes a observar a la gente. Incluso, la mejor parte es que más pronto de lo que piensas ya estás jugando su juego. Esa noche no salí del frontis de mi casa, mis gatos se regocijaron viéndome allí sin salir ni repartir esfuerzos innecesarios.
El mensaje ya está claro. Acá hay que salvarse sólo. Y no me complica. Yo estoy acostumbrado a deambular por este paraíso del egoísmo. Me acomoda, me acostumbré. Cuando en la vida nadie te dio oportunidades uno aprende a defenderse de acuerdo a su conveniencia. Para mi, es como el refrían de “pez en el agua”. Supongo que más que una visión negativa y condenable, no es más que seguir la corriente. Los que se desviven por los demás hoy son idealistas, imbéciles o mentirosos. Los que se protegen a sí mismos ante la adversidad más vil son inteligentes. Y yo no tengo ni un pelo de tonto…

SOBREVIVIENDO, DÍA 3: Quién dijo que ya no podía ser peor…

Siempre digo que el hambre más incontrolable es el hambre de información. No nos acordamos que por ahí andaba un reproductor de cd portátil, que tenía radio y rápidamente me hice de él. Sigue llegándonos sólo Biobío y cuando ocupan el aire para preguntar por personas o dar avisos la apago para ahorrar energía. No sabemos cuándo tendremos luz de vuelta. Unos farolillos pequeños que nos regalaron en navidad -de esos que aprietas en la superficie y se prenden- son nuestra insospechada manera de movernos de noche.
Otra vez me quedo en vela en la entrada con un café y los pocos cigarros que quedan. Fue una noche de contrastes. La luna llena ayuda a iluminar la silente jornada. En la radio, los vecinos de San Pedro y Chiguayante se quejan de hordas de delincuentes acechando sus casas. Hay tiros y enfrentamientos. Los famosos militares que autorizó el inepto ministro de defensa apenas suman 1200. Peor aún. Son cabros nuevos sin permiso de disparar. Las llamadas suman y siguen. No salí de mi casa por si había que cuidar lo que queda. Y era por una razón muy simple. Mientras más escuchábamos noticias, más temor reinaba.
Yo estaba asumiendo que el avance del lumpen iba a ser paulatino y hacia los barrios perimetrales del gran Concepción. Así también, entendía que no era esta noche la peligrosa para nosotros. No obstante alguien de un condominio cercano oyó un vidrio quebrarse, tocó un silbato y desató la psicosis. Las mujeres gritaban, los hombres del pasaje corrían a socorrer la nada misma. Falsa alarma, la primera de muchas…
Se durmió algo, creo. Un par de horas a lo sumo. En la mañana ya hubo que ir a buscar agua a la piscina que poco de abastecimiento desde una puntera. Faltaba azúcar y fideos para el perro. Mi madre salió a buscar desde el suelo del Súper 10. Indigno pero cierto. Apenas llega me tenté con ir a dar una vuelta, a ver si quedaba algo. Resumen: Otro par de zapatillas estropeado, agarré un lavalozas, un desinfectante, un cloro de esos en miniatura y un kilo de azúcar que estaba pisado y manchado. Con los días supe que además de sucia, la endulzante bolsa estaba contaminada con algo. El café sabe a agua de calcetines. Nunca tomé semejante brebaje tan horripilante. No busqué más esa mañana porque llegaron los militares. No nos golpean porque saben que andamos buscando víveres. Nos ayudan a salir pero deben tomar el lugar.
Salgo a dar otra vuelta con la cámara, esta vez más extensa. Visito centros comerciales, los que colindan a la municipalidad de Hualpén, los de Sagrados Corazones donde antes fui a buscar cosas, la Vega Monumental y sus alrededores. Da pena ver como destruyeron todo, como no queda nada en pie salvo las cáscaras de las estructuras, como destruyeron puestos de gente que llevaba menos de dos meses soportando las inclemencias de perder sus fuentes de trabajo en el incendio de enero. El vandalismo es digno de las peores guerras.
Más allá, perros heridos buscan comida entre la basura mientras otros tantos atropellados yacen a la vera del camino. Ese mismo camino donde gente de traje, corbata y barba de dos días hace dedo hacia San Pedro, Lota o Coronel. No hay micros. Apenas, una bomba de bencina opera con fila de diez cuadras hacia atrás.
Cuando retorno encuentro dos detalles. Uno, que la gente aplaude y vitorea camiones de militares que pasan por el sector. Dos, que todos los vecinos van en dirección a la iglesia. Sigo la inercia y doy con el grupo abrumado porque un tipo hace trámites de informar que la presidenta de la Junta de Vecinos aún no llega y que posiblemente no repartirán alimentos. Es falso y la gente está molesta por la inconsistencia de la reunión.
Le sugiero que coordinemos el tema de seguridad para esa noche entre todos y 1 minuto después estoy en su lugar entregando recomendaciones. Que no dejen sus casas, que las mujeres y los niños pernocten adentro, que armen turnos de guardias y creemos santos y señas. Que tengamos claro que esa noche será peor que la del terremoto mismo, que las bandas de saqueadores llegaron a los barrios residenciales nuevos recién hoy. Que esta jornada habrá movimiento. Varios aportan ideas y cuando llega la encargada del sector con cero noticias desde el municipio, los vecinos me piden que me quede y agrupe las iniciativas. Líder por descarte…
En la mitad de la discusión se forma una batahola. Una señora de unos cincuenta años llega corriendo como puede, hecha un mar de nervios. “Señor, allá atrás hay familias solas y dicen que viene un grupo de saqueadores en camioneta”.
Como el mal rumor, la noticia ya había corrido por todas las cuadras aledañas. Finalmente no era cierto pero el susto cundió igual. Me dio lástima ver a uno de mis vecinos tan flaco como su cáncer lo puede mantener en pie. Tenía un fierro en la mano y se destacaba entre una banda de unos 40 improvisados guerrilleros parapetados a la entrada del pasaje.
Uno se da cuenta que esta gente no se va a quedar en su living esperando que la autoridad incompetente se digne a salir en su auxilio. Esta gente no tiene más que sus casas. Y si hay que arriesgar la vida por ello lo van a hacer.
Hay que organizarlos, tranquilizarlos. No es tarea fácil. Sólo en esa parte de nuestra comunidad son más de 600 familias. Multipliquen entonces el número de hombres enlistados para salir al choque, de mujeres histéricas y niños que quieren andar metidos encima. Peor es cuando escuchamos por la radio -en directo para todo el país- que el alcalde de Hualpén lloraba en vivo porque estaban arrasando con su oficina ante sus propios ojos. La frase fue desoladora: “Michelle, no creas lo que te dicen los asesores que mandaste, no han salido a las calles, no tienen idea de lo que pasa. Presidenta, Rosende está cagado de miedo”.
Histriónico o no, media hora después se aseguraba esa zona de la comuna y se ordenaba que el bueno para nada del subsecretario regresara a Santiago para leer listas, lo único que sabe hacer bien. Lamentablemente, nos dejaba el problema a nosotros. Con personal militar en el corazón de Hualpén, las riadas de maleantes se iban a trasladar hacia los barrios desprotegidos. Era el turno de armarse con lo que fuera, de imponer cordura y sobretodo, la coordinación.
Las cosas siempre pasan por algo mejor. Mientras hacíamos la ronda de sugerencias a los vecinos –cerrar sus pasajes pero con una barricada expedita ante cualquier emergencia, tener un solo armamento de fuego identificable para la primera alarma, santos y señas más la debida instrucción para qué hacer en un caso de emergencia en otro sector- se escuchó un niño gritar desesperado. Muchos corrieron y apenas alcanzamos a frenar el ímpetu del resto. Falsa alarma otra vez. Pero sirvió de ejemplo tácito. Ante el menor sobresalto iban a correr todos y esa era mala señal. No es malo tener una recreación que ahorre pizarra, una en vivo y en directo, pensé. Miremos el lado lleno del vaso
Ya empiezo a observar los primeros atisbos de mala vecindad. Pedimos una camioneta para irnos a la empresa de un compañero de causa a sacar algunos neumáticos necesarios para armar fogatas. Sólo necesitamos un mísero móvil. Ante la desidia pedimos tarros de pintura para hacer chonchonas, para iluminar el perímetro más permeable que por desgracia da con nuestras casas. Más de alguno trajo de latex cuando se sabe que no encienden.
Hay buena voluntad en la mayoría eso sí. Dejamos los grupos armados, identificados los colores de ropa posibles, las claves con que nos vamos a comunicar entre personas pues no todos se conocen y cualquiera despierta sospecha en la oscuridad. Los puestos que se avanza en caso de una alerta, los turnos y los encargados por pasaje o calle. Hay que lidiar con los soldadillos de siempre que quieren salir a disparar sin miramientos o los Che Guevara que quieren inmolarse por la causa.
La cosa es clara. No me interesa proteger los derechos humanos de nadie. Sólo apelo a que si se arma una batahola, con el nivel de descontrol evidente no vayan a matar a alguno de nosotros con una bala perdida.
Mientras salimos a observar el diseño del radio protector en un alto observamos un hongo de humo a kilómetros, mirando hacia Concepción. Es como una bomba atómica, dicen algunos. Otros apelan al recuerdo del 11/9. Creemos que cedió la Torre O’higgins. Pronto nos enteraríamos que se quemó el local de La Polar. El rumor cuenta que con 15 saqueadores dentro. Si así es, bienvenido sea.
La frase más recurrente es, si hubiese estado Pinochet esto no habría pasado. Yo soy más cauto, quizás más específico. Creo que acá bastaba con que los militares encontraran saqueando casas y simplemente corrieran balas. Al ladrón de noche sólo le preocupa perder la vida. El problema es que nadie se quiere hacer cargo de una matanza de vándalos. Es delicado el item milicia en Chile. Y el impuesto del miedo adicional lo tenemos que pagar nosotros. Por decencia, por nuestra propia dignidad.
Mientras, una buena noticia. Me gritan que llegó mi hermana del sur. Venía con un par de colegas, en un furgón. Traen alimentos no perecibles y agua para tres familias. A mi me salva la vida porque me trajo un par de cajetillas de cigarros. Es más la tranquilidad de verla bien. De dejar que se disfrute con la vieja. Los padres tienden a valorar más a los hijos que tienen lejos. Y supongo que es un proceso natural así que prefiero no interferir el momento.
Ni disfrute a la negra, aun así, verla que descansa algo más aliviada también te contagia de optimismo. De vuelta a la confusión, el alcalde hollywodense manda a decirnos que estamos solos. Que nos organicemos. Tarde. Yo ya puse el tema en la tarima y de ahí, todos sacaron la cuota de supervivencia que nos queda. No nos protegieron ayer, no nos protegerán mañana, no nos van a proteger nunca. ¿Por qué tenemos que esperar que hoy sea distinto?

SOBREVIVIENDO DÍA 2: La necesidad y la vergüenza…

Obvio. Con dos días sin dormir, con tal nivel de convulsión interior era obvio que habría algo de sueño reparador. Cuatro horas parece poco pero es más que suficiente. Mejor si tu gata regalona, la última que faltaba por aparecer, brinca sobre tu cama y te despierta alegrándote la mañana. Es mediodía del domingo 28 y pongo atención en la calle; unas voces hablan del saqueo de la Farmacia Ahumada en Colón. Uno que leyó de fenómenos de agitación los entiende. Cree que son descontroles puntuales. Por eso mismo, salgo con dos bolsas de nylon dispuesto a recorrer el radio comercial para comprar harina. Apenas en la calle, veo a un vecino sacando cajas de jugo natural desde su maletero. “Están saqueando el Súper 10, Ricardo. No creo que quede nada” me dice…
Otro de los coterráneos ofrece encaminarme hacia fuera del barrio. Su hijo se sube adelante y exclama literal. “Estos descarados traen hasta un televisor”. Es verdad. Andaban tres autos de esa casa y se coordinaban para sacar y trasladar. La demás gente del barrio pasa aglomerada en las cuadras, todos cargan algo. Insisto, aún me parece normal.
Pienso que se inició a la misma hora en que nosotros estábamos de vigilia en la fogata. Ya perdimos la oportunidad de jugar al “carro millonario”, pensé. Me daba lo mismo. Llama la atención que un tipo carga sólo dos bolsas gigantes de comida para perros. Hablando con otra gente días después supe que era dueño de 3 canes. Fue lo único que entró a sacar.
Ya estoy llegando cerca del supermercado y las hileras de gente con víveres es impresionante, heterogénea y ciertamente transversal. El estacionamiento lleno. Impacta ver que muchos trasladan carros repletos, como un pedido al aire libre pero basado en packs de algo. Se saca mercadería indiscriminadamente y luego entenderé por qué. Cuando llego a la puerta me abofetea un pandemonio que nunca pensé vivir en la vida. Gritos, gente corriendo, desesperación a plena luz del día y sin fuerzas policiales que apremiaran.
Entré a ver si agarraba algo indispensable. Pensé en cigarrillos. Ese sector del alcohol y tabaco yacía destruido. La imagen más dantesca era el sector de las góndolas de alimentación al por mayor, todas arrasadas. En los accesos ni siquiera las sillas de las cajeras quedaban. Los estantes estaban barridos y como imagen surrealista, una champaña intacta entre dos pasillos.
A poco andar guiándome hacia el sector de los tallarines que siempre le compro a mi perro, ya me doy cuenta que mis zapatillas habían pasado a la historia. Una capa viscosa de aceite, mayonesa y quien sabe qué mas te empantanaba en el suelo o bien te botaba de un resbalón.
Salí de ahí y di gracias de no llevar la cámara fotográfica porque habría significado golpiza o robo. Con la ropa ya manchada decidí que tenía que obtener algo necesario, azúcar o harina de preferencia. Como saben era fin de mes, no quedaba plata y si había, no se podía sacar. Es más, el cajero automático ya no estaba. Seguí una hilera de gente que extrañamente aún salía con cosas. Era una fila lenta, alborotada, exhausta en algunos casos y que expelía mucha tensión. A los costados, varios almacenando rumas de abarrotes, artículos de aseo. ¿Para qué quieren cajas de shampoo? ¿Tanta gente vive con ellos que necesitan decenas de displays de bebidas?
Veinte pasos más adelante ya aparece el caos. Es una bodega oscura. Apenas algunos más preparados en la acción llevan linternas para sí. De golpe y casi a tientas aparece una huincha gigante y en forma ascendente. Apenas se perciben a algunos que se lanzan con cajas en las manos. Cada una es un botín, hay que resguardarla a las carreras. Entiendo que debe ser la manera más expedita de bajar de un nivel menos atestado.
Ni siquiera pienso en buscar un acceso para subir porque la inercia me llevó hacia un rayo de luz a la izquierda. En medio de tanto revuelo grito “¡Tallarines!” y alguien responde “¡Arriba comestibles, abajo leche y bebidas!”. La capa del suelo es doblemente espesa y ya cuesta moverse. Algo cae del segundo nivel y por poco me da en la cabeza. En hacerle el quite alcanzo a tomarla, girarla y enterarme que contenía latas de jurel. Si me daba en la testera me mataba ahí mismo.
El rayo de luz difuso está concentrado en un sector de lácteos y cuando sale a regañadientes por entre las paredes cruza nuevamente por enfrente mío. Divisó delante de allí una zona de acopio de bebidas y apenas se ve que son de esas imitación. Al lado, dos displays de agua mineral de 6 unidades. La anuncio para quien la quiera y me quedo con la otra, la tomo como puedo y avanzo. Tengo agua y salmón pero me estoy ahogando. Mis pies chocan con un paquete abierto de jugos Watt’s, quedan 3. Los abrazo porque no hay más y trato de salir. Es imposible con ese peso.
Tomo las bolsas de nylon que llevaba para echar la harina y cuento siete latas del pescado en la caja, siguen cayendo cosas y pasa más gente empujando. Cuando quiero retomar el rumbo ya tengo capas de ají y mantequilla sobre los empaques del jugo y el agua. Como puedo avanzo y ante resbaladas constantes encuentro la cola de salida. Una persona cae entre el angosto hilo que separa la improvisada fila humana de ingreso y la de salida. Yo tropiezo por efecto dominó. Sólo pensaba en arrancar de ahí y conservar mis cosas, esas mismas que ante la improbabilidad de comprar alimentos para animales y bebestibles les puedo jurar que no nos quedaban entrada la semana.
Salir de allí fue similar odisea como tratar de llegar a casa. Cerca de mi calle, una fila inmensa de gente esperando agua de punteras y uno, embetunado de grasas y embutidos hacía lo imposible por acortar cuadras pronto. Caminé ese trecho sabiendo que una patrulla de carabineros miraba afuera, dejaba proceder y apenas trataba de no constatar víctimas ni congestión entre los autos que llegaban de todos los sectores.
Y por más autorizado que estuviese, por más que todos esos verdaderos clanes que sacaron pedidos y pedidos para abastecer su despensa, yo me sentí miserable. Poco me importa saber que perdí más en la ropa que desperdicié ya que salí sin planear arrastrarme por esos pisos. O que en un mes más puedo ir y pagar los seis mil pesos que cuesta lo que llevé hasta mi cocina. Sirvió, nos sacó de apuros… Pero fue fuerte. Y no se lo doy a nadie.
Quizás sea porque con el correr de las horas miraba incrédulo que el asunto era tema de todos, sin tapujos ni consideraciones. Que los demás seguían trayendo más y más artículos. Que aprovecharon el impulso y fueron al Líder, la CCU, la Coca Cola, que sus productos eran casi trofeo de guerra para los más descarados y hasta pudientes de mis vecinos.
Otros miraban con estupor. En medio de ese juicio valórico estaba yo. Pensando en que fue un acto irracional, el instinto de supervivencia. Que finalmente todos lo hicieron y yo fue conciente dentro de mi irresponsabilidad. Es más, con las horas me cuentan que ya no existen los Sta Isabel, las cadenas de farmacias, Homecenter, las multitiendas en el centro, los hipermercados de las comunas y barrios alejados de la ciudad, las bodegas de las grandes marcas de ropa y electrodomésticos. Todo, saquearon y destruyeron. En algunos lados incluso con fuego. Yo me siento parte aunque haya sido para comer.
¿No se pudo evitar acaso? Definitivamente sí. Y entonces muchos como yo mismo habríamos sacado similares cargas sin tener que mendigarlo. Pero lo más seguro es que ese miedo absurdo que tiene la autoridad civil hacia la acción castrense –cuando cuidan tanto su imagen internacional desmarcada de la milicia que gobernó Chile- desató un caos y una tragedia que les puedo asegurar fue muchísimo peor que el terremoto en sí.
Porque caló en nuestro amor propio, en la falta de responsabilidad de todos. Demostró que entre prejuicios de la autoridad incompetente, centralista y exacerbadamente política en sus miramientos –la alcaldesa UDI de Concepción se los anticipaba el caos por la radio y no le hicieron caso- más la falta de control socio-cultural, este país no se quiere, no se respeta y no organiza.
Poco importa que los ministros de la concertación nos enrostren el avance en números. Nacimos, vivimos y morimos siendo tercermundistas. Y a quién le importa. A nadie. Están demasiado ocupados buscando chivos expiatorios para justificar la payasada de poner a su monigote presidencial de polleras diciendo que no había un tsunami, paradójicamente cuando la pobre gente de la costa se moría ahogada en ese mismo minuto.
La culpa de este segundo desastre vinculado a los delincuentes y a los que nos dejamos llevar por el abastecimiento informal es de ellos, de los que mandan y ostentan el poder, el orden. Y de nosotros también. No es agradable contar esto. Pero supongo que son historias que uno deberá cargar en la mochila. Y en su momento, aportar con la vivencia para que nunca más se vuelvan a repetir. Aún así, otra vez apareció el insomnio, la frustración y la rabia.
Me afectó y eso que hasta hambre pasé alguna vez cuando malditos empleadores me dejaron botado en un pueblo cercano que justamente hoy se ve devastado por la misma tragedia que mi cuidad. ¿Y saben qué? No es lo mismo. Jamás pensé que pelearía así por algo que comer. No sé si eso te hace mejor o peor persona. Sólo sé que trapea tu dignidad...