jueves, 26 de junio de 2008

ELEMENTO FICCIÓN: EL REENCUENTRO



Era otro día más en su atiborrado mundo… Cansado, casi sin fuerzas, arribó al departamento y mientras hacía el diario ejercicio de soltar el cuerpo y echar a andar la memoria para buscarla allí, cayó en el sofá, en ese mudo sofá testigo de sus noches solitarias.
No era tarde y sin embargo, esa acostumbraba ser la hora de mayor quietud. Sin ninguna distracción que ahuyentara el martirio. Esta vez algo distinto pasó, justo cuando Gastón menos se lo esperaba.
Pasada las once PM y ante la sorpresa de su morador, el timbre sonó llamando a la puerta como jamás sucedía. Sin reparar en la extrañeza, Gastón se puso de pie y enfiló hacia la puerta con un dejo de desconfianza. ¿Quién tenía el desenfado de interrumpir su único minuto blanco de cada jornada?

Fue mecánico. La desconexión de su cabeza y el cuerpo le impidió linkear cualquier atisbo de probabilidad. Sólo era el maldito timbre… pensó. Apuró el trámite, queriendo salir rápido del paso y reanudar sus minutos de flagelante relajo.
Lo que parecía una molestia pasajera dio pie al más grande cúmulo de sensaciones que ni su erosionada imaginación pudiese crear. Una muy luminosa, un segundo de bello e incesante ahogo acaecido en una fracción de segundo. De esos en que las palabras escasean e incluso sobran. Uno en que el corazón se acelera y es quizás lo único que no te delata. Porque los ojos, los gestos, las miradas, el temblor del cuerpo, todo lo demás fue tan aparente que ni siquiera tuvo el momento para disimular.

Allí, en su puerta estaba Javiera, la que buscó sin descanso en sus últimos meses de vida, la que por esas incongruencias que generan el querer hacer todo bien llevan a equivocar el camino, la misma dueña de esos minutos de paz en que transportaba sus carencias a un lugar mejor, la guía de sus desconexiones, la que con sólo visitar su mente borraba de un soplo los malos augurios del día recién acabado.
No supo qué decir. Mientras buscaba reencontrar su centro, alzó la vista y observó su sonrisa, la misma que ni se desdibujó para regalarle un “te extrañé” que sólo se interrumpió con su gesto, el de abalanzarse a sus brazos y besarlo derramando una lágrima retenida por tanto. Él sólo atinaba a tratar de absorber y disfrutar cada milésima de tiempo…
Y de pronto, en vez de hablarle a la distancia la tenía allí. Gastón aprovechó esta nueva oportunidad y sin reparar en el qué la había generado, sólo atinó a regalarle palabras de amor. La sentía tan suya como siempre añoró en corazón y gestos, en actitud y palabras. Se dijeron tantos te quiero que por ratos parecían el adorno obligado a cada conversación.
Una botella de merlot acompañó el reencuentro. Se contaban esos días sin saber uno del otro, sin reparos ni cuestionamientos. Sin desconfianzas ni preguntas desfasadas. Lo único que les importaba era el aquí y ahora. No era necesario pensar en fluir porque sin proyectarlo, ambos estaban siendo ellos mismos frente al otro, sin el miedo escénico de versiones anteriores, sin los tapujos controlando sus maquinadas acciones cual marioneta teatral. Fue tan de verdad que los meses alejados sólo parecían el aire necesario para volver a creer. Javiera se veía resuelta y convencida como jamás lo estuvo. Gastón había dejado el personaje inseguro y se lanzaba como nadador experto a las aguas de la incertidumbre, con el sólo objetivo de refrescarse en el mismo mar de dudas que casi lo ahogó en su momento.
No hubo rincón de su cuerpo que no recorriera. No hubo aroma de su ser que no capturara como no queriéndolo dejar que la opción de que se le escapase. Ni siquiera se permitió momentos para reparar en qué gatilló tal milagroso instante. Lo único que le interesaba era saber que ella se dormía en sus brazos y que él conciliaría el sueño reteniéndola así, de seguro pensando en no dejarla ir otra vez.
Otra alarma, esta vez de un teléfono celular nuevamente vino a desarmar su esquema. Con el cuerpo aún cansado, tal vez de tanto llorar allí junto a ella, Gastón rearmó el frenético puzzle de a poco, de golpe y con cierta crueldad.
A su lado no estaba Javiera. Buscó su olor en la almohada y no lo encontró. No había rasgos que refrendasen una cuota verosímil a tan hermoso pasaje de fantasía. Sí, la perceptible e insoportable alerta que lo había desterrado del mágico instante apenas alcanzaba para comprender un par de cosas.
Había sido un sueño, uno como jamás lo tuvo antes. Una ilusa mancomunión de imágenes que sólo el espejo en el dormitorio se encargó de apagar de la manera más vil. Javiera, como en todas sus noches, había visitado su mente. Como en todos sus despertares, ya no estaba cerca y sólo le dejaba el oscuro sabor de lo incierto.
Tanta contradicción, la felicidad del minuto anterior con el duro costalazo del despertar ni siquiera tenían espacio para el crudo análisis post mortem. El reloj no daba concesiones. Había que salir, otra vez, al frío y la lucha adversa.
El hielo interior, el que convertía en suspiro cada intento por respirar acompañó el ritual de siempre. La ducha, la preparación y el no desayuno. Una sensación que sólo amainó con los primeros pasos durante esa inhóspita mañana.
Quizás Javiera sí estuvo allí con su abrazo. Tal vez fue su voluntad de acompañar las noches en penumbra de Gastón, de velar por su sombra aislada le llevó hasta tan sombrío lugar por la noche. Quién sabe, se decía Gastón en su yo interno. Probablemente, de tanto llamarla con el pensamiento…
Y enfiló rumbo desconocido aunque esta vez, con un dejo conformista de seguridad en su horizonte. La compañía imperceptible de esa velada nocturna tenía arraigo en su mente. En una de esas, era sólo el anticipo de lo que vendría, de que independiente de lo solitario de sus noches, esto probablemente marcaba el devenir de días mejores. O incluso ser la concreción de un sueño hermoso que no era necesario abandonar.
De cualquier forma, Gastón pudo exhalar mejor y botar con ello algo de angustia. Lo demás, como siempre era cosa del destino, de mentalizarse y pensar que en la cuadra siguiente venía el semáforo en verde. Que a la vuelta de la esquina encontraba el camino negado. Un momento para descubrir y atesorar, tan destellante, único y suyo como el de la noche anterior…

domingo, 15 de junio de 2008

ELEMENTO FEED BACK: LA ENTREVISTA DEL ONCE

Nada más simple ni menos engorroso que recurrir a la fiel sección, la que se inventa en el camino, mientras “se va haciendo en el camino”…
Como tengo algunas secciones pendientes, a ver si ocupamos La Entrevista del Once para ver por donde anda el gusto del cada vez menor público objetivo del blog.
En fin, Juegue.

Con Placebo de fondo –sin detalles de las canciones, ni sus disco ni nada. Para eso está google y respecto a lo que me evocan… me gustan y punto- y la interacción de por medio, la que corre por vuestra cuenta.

PLACEBO – HOLOCAUST: Cobertura inmortal de una canción de culto, la original de Alex Chilton.

Un saludo para los que disfrutan el Día del Padre hoy. Los que lo son y los que lo serán dice el aviso… Sí, los que lo perdimos y capaz que no lo seamos también reciban un saludo. Los que quieren serlo, los que están en campaña, los que sueñan, los que cumplen, etc.
Quedan excluidos, eso sí, todos los patudos con discurso similar al “Oiie mamota, quiero ser tu papacito” –con ese tono medio centroamericano flaite y regaetonero- y todas las carepalo que anoche cerca de las 3 AM andaban por alguna disco, fiesta masiva o personal con un cartel en la frente de “Eso, papito, dámelo yaaa”.
Los demás “daddyes” califican… Es más, esta canción es un regalo deluxe, señores.

PLACEBO – DADDY COOL : Cubriendo notablemente el clásico de Boney M.

1. ¿Hay alguna celebración del día del padre en tu vida que te traiga mayores recuerdos en especial?

2. Si tienes que elegir una –ya sé que es complicado porque hay decenas-, cuál es la aplicación de facebook que más odias que te envíen.

3. El apodado: Póngale nombre a Marcelo Bielsa.

4. Si te regalaran una “Cirugía de Cuerpo y Alma”, ¿qué te harías aprovechando que es gratis?

PLACEBO – RUNNING UP THAT HILL: Ya saben… Kate Bush y tal…

5. Para estos días fríos, ¿té, café o chocolate caliente por la mañana?

6. Si tuvieras que decirle algo a algún personaje público, qué sería y a quién.

7. La Alternativa: Una de las secciones musicales que se prometieron y se van a ir publicando con el tiempo es la de MP KITSCH. Para que vean cuáles son las corrientes musicales a explotar -latino, anglo pop, cebolla en español, etc-, les dejo estas opciones y USTED ELIJA CON CUÁL LE DAMOS PUNTAPIÉ INICIAL "AL BRILLO".

- Julio Iglesias

- Backstreets Boys

- G.I.T

8. Cuál fue la última película –no importando si es antigua o nueva- que te dejó cautivado y por qué.

PLACEBO – PURE MORNING: El día amanece, las pieles se arrastran, mañana pura… Un amigo se conoce en las desgracias...

9. Existen públicas campañas contrarias y críticas hacia la gestión de la actual presidenta de Chile –no de su gobierno o de los cambios económicos propiciados por el mismo ciudadano común, entiéndase- por estos días. Qué le parecen.

10. ¿”Viva el regaeton” o “que vuelvan los lentos”?

11. La Diferenciada: REMÍTASE SÓLO A LO QUE SE LE PREGUNTA SEGÚN GÉNERO POR FAVOR… A partir del tema siguiente: Salió un reportaje en Mega donde se mostraba en tiempo e imagen real a un infeliz golpeando alevosamente a su mujer en el suelo del departamento que él le había comprado y amoblado, todo porque la muy fresca se había ido con otro dejándolo a él y a su hija abandonados y asumiendo la vergüenza de ser el gorreado del barrio.

Ellos: ¿Existe alguna atenuante moral ante el abandono –el peor golpe al ego de un hombre en una sociedad machista, digámoslo pues en EEUU tu mina se va con otro y das vuelta a página- para explicar desde alguna perspectiva que esta clase de energúmenos crea que tiene derecho natural a golpear a sus mujeres?
Ellas: ¿Considerando el alto y creciente número de femicidios que registra el país, según ustedes es porque: las mujeres están enfrentando más sus opciones de tener relaciones paralelas y el hombre chileno quedó pegado en el colonialismo, porque los niveles de estrés son impresionantes o porque ahora se sabe más y siempre ocurrió lo mismo?



LO QUE ESCUCHO: PLACEBO – SPECIAL NEEDS: "Sólo diecinueve, un sueño estúpido, supongo que pensé que tú tenías el toque especial, sólo diecinueve un sueño obsceno, con 6 meses fuera por mala conducta… Recuérdame…"

lunes, 9 de junio de 2008

ELEMENTO FICCIÓN: MAL TRAGO

Once treinta PM.
Entró al bar y se sentó en la barra. De inmediato, Pedro, el barman, dio con que ese rostro no era usual.
Por lo mismo, amaestrado en al arte del buen atender, se acercó a Leonardo y raudo le ofreció algún brebaje de los que adornaban su colosal estante.
“Dame un whisky doble” exclamó Leonardo en tono casi balbuceante y enredoso. El barman asintió y siguió con su jornada aletargada de clientes en busca de alcohol y experiencias.

Apenas el muchacho pidió la segunda ración de escocés, el veterano empleado supo que tendría una noche de esas, en que al otro lado del mesón descubriría a un nuevo y atolondrado dipsómano en ciernes con alguna mochila que cargar, con algún culebrón personal, de esos que se busca ahogar inútilmente en licor.
Pasada la medianoche y con muchos comensales que atender, Pedro sólo atinó a observar al desdichado chico. Tenía unos 26 años, su rostro se veía desdibujado en medio de una actitud de recia falsedad. Su vestimenta y tez daban a entender que no se traba de un bohemio cualquiera, de esos que proliferaban cada noche por el “Terraza” en pleno barrio cívico. Este era distinto, uno de esos casos aislados que por simple bondad, el mesonero acostumbraba a escuchar como la vieja usanza del oficio. Lo observó y procuró alejarse, quizás esperando con ello que el muchacho no se tentase a seguir ingiriendo desbocadamente.
Cuando Leonardo se atrevió a llamarlo, ya cerca de la una de la madrugada, Pedro dejó por un minuto el lugar de servidor y se calzó el traje de conversador itinerante.
“¿Está bien, señor?” preguntó, mientras servía sólo la mitad del vaso lanzando una mirada cómplice.
“Sí, amigo, sirva no más que esta noche quiero matar las penas” resolvió Leonardo apenas levantando la vista. “Total, con suerte me emborracho pero un escándalo no le voy a hacer así que dele no más, tranquilo…” completó.
Roto el hielo del desconocimiento, Pedro aprovechó la escapada de media clientela a eso de la 01.30 para acercarse nuevamente al solitario tipo de la barra.
Al poco rato y ya con el cuarto whisky sobre el portavaso se enteró que Leonardo era un incipiente ingeniero comercial, que de un minuto a otro había visto como su sueño se resquebrajaba en pedazos, como María Fernanda, su "Feñita", con quien llevaba dos años de noviazgo, con la que tenía anillo y promesa de matrimonio, lo había engañado sin otro resquicio que "el dejarse llevar por el impulso".
“Me dijo que no pudo evitar tentarse, que todos podemos caer, que la carne es débil. ¿Se lo puede usted imaginar?” clamaba el chico entre un naciente sollozo.

Por alguna razón más que suficiente, Pedro se sintió tocado con el drama que escuchaba. Durante unos segundos se trasladó veinte años atrás, cuando comenzaba su propio negocio y un episodio dolorosamente similar le arrebató los sueños, las ganas, las expectativas.
Todo regresó a su cabeza y de un soplo. Prefirió el silencio y siguió escuchando…
“¿Me puedes creer?
A seis meses de casarnos, más encima con un tipo que se encontró en una fiesta, ni siquiera uno que le recordara algún pasado, una historia inconclusa, no sé… Cómo se hace pa’ asumir esto, amigo” se apuró en preguntar Leonardo mientras sacaba un cigarrillo, como dando tiempo a que su confesor de bar tuviese alguna respuesta.
“Pero muchacho, ustedes tenían planes. Hay una relación detrás… Quizás estaban en un bajón, quizás…” se esmeraba en explicar el viejo cantinero cuando el bebido cliente lo interrumpió.

“Pero a ver, dime, ponte en mi lugar. Cuando tú has obrado bien, cuando has planificado pensando en los dos, cuando te guardaste la tentación por el sólo hecho de creer en la fidelidad… Dime pues, qué harías en ese caso”.

Justo en ese instante de rabia y ansiedad deshinibida el chico intentó moverse de su silla y trastabilló. Pedro aprovechó el impasse.
“Mejor te llamo un taxi, muchacho, estás algo ebrio” dijo mientras cargaba al deshecho Leonardo hasta la puerta del bar para encomendarlo al chofer que siempre esperaba clientes en la salida principal.

Apenas el auto emprendió viaje, Pedro rememoró su pena. Y pensó en aquella respuesta que había quedado inconclusa, en aquella petición lacerante que le removió el recuerdo más recóndito, el más oculto y vejatorio.

Pensó unos minutos mientras destapaba un ron añejo y se empinaba un corto de un solo trago. Quizás si hubiese argumentado, con tanta simetría de vida en su espalda, aquél simple ruego del muchacho, Leonardo tendría al día siguiente un calvario muchísimo peor que el comparable a una simple resaca…