jueves, 16 de junio de 2011

La prueba de amor




Era hora de retornar. Hace un par de años que había partido en busca sueños alimentados en ilusiones pasadas y grises más recientes. Aquellos estudios y esa libre sensación europea tornaron su vida en un inagotable girasol de resplandeciente futuro. Por alguna razón, su novio se embarcaría un día después para alcanzarla en el Santiago inhóspito que sería ave de paso de tan feliz itinerario. Entonces, retornaba con dos de sus tres razones para decir que había triunfado. Una académica. La más reciente, en su vientre.

No supo por qué pero sintió que esa difusa espera en el aeropuerto le estaba dando señales. Ni siquiera se atrevió a pensarlo y aprovechando algunos kilómetros apilados en el saldo canjeó un ticket hacia el extremo contrario de su destino definitivo. Nadie se iba a enterar y pensó que era necesario curar su herida y demostrar la evolución en la cara de ese otro que la empujó a partir.

Hace tiempo no sabía de él. La última reseña provenía de elogios replicados a lo lejos. De alguna manera, entendió que también había un avance que constatar; uno de ciudad y de estatus. Le perdió el rastro porque su propia vida le enseño a abrazar el presente y enterrar el pasado. Él también había conseguido su meta, pensó. Aunque era nada comparado con la propia. En su asiento, la cabeza intentaba responder el por qué hacía semejante travesía hacia lo desconocido y absurdo. No sólo corría el riesgo de no encontrar respuestas sino que temía hallar algunas que no le gustasen. Decidió obviar y seguir el instinto.

Calmó los nervios en un taxi y se dispuso a llegar a un punto que recordada sólo en bocetos casi imaginarios. Dio con la vieja casa de madera y cuál sorpresa, un perro distinto al que conocía la esperaba alborotadamente en la reja. Eso dio pie a la que la dueña de casa saliera y la recibiera con inesperado beneplácito.

La añosa mujer le regaló un mate, la interrogó amablemente y le dio certezas de que el sujeto de su búsqueda había regresado hace muy poco. Fue una visita breve y obtuvo la claridad anhelada. Sabía dónde encontrarlo. Y salió a ese momento que imaginó desde el mismo día que partió en las maneras más inverosímiles posibles.

Ya no había miedo. Sólo ansiedad y sensaciones confrontadas que ni siquiera ella entendía del todo. La calmó el poder verlo al fin. Allí, rodeado de tanta gente pero de alguna forma, sólo como siempre. No pudo evitar llorar mientras se abalanzaba a su encuentro. Lo único que quedaba por mostrar era esa fría lápida de mármol falso con su nombre en negras sílabas manchadas por el clima. Llovía a cántaros y su ropa de marca se empapó sin prudencia. Pero más grande temporal fue aquél que sintió en su interior.

Cuando pudo recuperar el equilibrio se fueron de sopetón todas las interrogantes que horas atrás rondaron en su pechera de recuerdos. Entendió que él la dejó partir por una razón mayor. Y que la había amado de verdad para desautorizar su corazón en beneficio del de ella. Que había tragado la injusticia de agonizar el ego herido hasta dejarlo caer por completo sin arrastrar otros al barranco. La paradoja indicaba que mientras ayer su alma desfigurada emprendió una travesía para regresar, él yacía hoy sumido en un viaje sin retorno. Por lo mismo, ya no había razón para el lamento.

Secó sus lágrimas de nuevo y mientras le esbozaba un “finalmente tenías razón” sacudió sus zapatos manchados de lodo y dejó una rosa blanca sobre esa tierra muda y descolorida. Su reconciliación era completa, la vida seguía y la suerte estaba echada. El impulso a la buena fortuna se justificó en tan visceral momento. Y supo que lo había recibido hace mucho tiempo atrás.



3 comentarios:

Sita Mini dijo...

"La vida le enseño a abrazar el presente y enterrar el pasado", siempre estamos empeñados en eso y a veces es necesario hacer un STOP, pa poder seguir con el futuro en paz.. me gusto, felicitaciones!

José Nova dijo...

Se nota que en todo este tiempo fuera de las pistas empeoró mi comprensión lectora: tuve que leer el escrito dos veces para entenderlo.

Pero me gusto. Final inesperado, firma de la casa al parecer.

Saludos master. Si tiene tiempo péguese una vuelta en mi intentona de volver al blog: http://dispersionyotrostemas.blogspot.com/

David Cotos dijo...

Buena historia. Muchas veces es mejor decir las cosas en el momento, no dejar cosas para el futuro. Muchas veces ya no va haber una oportunidad. Bonita historia.